por Filiberto Cueva
Los seres humanos somos impredecibles. Nunca podemos afirmar a ciencia cierta cómo vamos a reaccionar ante una situación determinada. Puesto que el cómo vamos a reaccionar depende en gran medida de las condiciones y circunstancias que acompañan a esa situación. Que si llueve, que si un terremoto, o una canalización del ficticio Zeus, dios de los rayos.
Yo, que me considero una de las personas más despistadas del mundo. Que suele perder la ilación de sus pasos mientras baila, pierde las llaves con una frecuencia que espanta y olvida números y fechas importantes con una rapidez que sorprende he tenido el pasado 13 de julio una atención y lucidez que me ha llevado a auto-felicitarme.
Ocurrió en el metro de Berlín al promediar las 12 del mediodía, que entre mapas y planos buscaba una conexión de metro para ir de regreso al hostel. A mis espaldas un grupo de hombres conversaban y sentía que me miraban de manera sospechosa.
Sin embargo, en un primer momento me dije a mi mismo “ estás dando vueltas por la nebulosa de orión. Nadie te está mirando” . Cuando de pronto, uno de estos hombres se me acerca, pone la mirada en mi bolsillo izquierdo por unos segundos. Luego me mira a los ojos y me repito U1 – U1. En referencia a la línea de metro que transita por esa estación. Lo miro y correspondo a su repetición con un gracias. Simplemente.
De inmediato subo las escaleras eléctricas. En menos de 10 segundos volteo la cabeza a la izquierda y encuentro a este hombre tratando de meter su mano en mi bolsillo izquierdo. No sé cómo lo sentí. Tampoco sé cómo es que llegue a percibir que algo estaba ocurriendo a mis espaldas y que necesitaba girar la cabeza de otro lado para enterarme.
Y es entonces, que al voltear, sorprendo al hombre en un intento por llevarse mi billetera. Lo miré fijamente, llegando a lograr que la fuerza de mi mirada, el hombre inclinara su rostro como gesto de reconocimiento de su culpa.
Al término del viaje a bordo de la escalera lo seguía mirando. Iba inspeccionando sus pasos al mismo tiempo que buscaba un policía. Para su suerte, no encontré ninguno en ese momento. Con lo cual, sin tener que tomar energía e impulso alguno – pues en ese momento me sobraban – me acerqué a él para decirle “ no todos los días vas a tener suerte. Mañana cuando intentes hacer lo mismo, habrá un policía cerca y será otra persona la que te denuncie”.
No estoy del todo seguro que me entendió en inglés. Pero en situaciones como estas la fuerza de la mirada, la actitud que demuestras al inflar el pecho, dicen más que cualquier idioma.
Si en cualquier otro momento, antes de ocurrido este hecho, se me hubiera preguntado cómo reaccionaría ante un intento de robo, lo más probable es que haya dicho, que correría tan fuerte como pueda, a fin de huir del ladrón. Sin embargo en este caso, ni he tenido que huir. Por el contrario, fue él quien luego se alejó de mí y yo quien se acercó para enfrentarlo.