Cuando están creciendo, los niños y niñas pueden llegar a desarrollar la habilidad de “hacer berrinche”, que aunque es de mucha utilidad para ellos para obtener lo que desean, puede llegar a ser la peor pesadilla de cualquier mamá o papá.
Para manejar un berrinche de forma exitosa, deberás saber algunas cosas que te ayudarán a controlar a tu hijo o hija y a salir bien librada de esta situación.
Lo primero que debes saber es ¿qué son los berrinches? De acuerdo a Vidal Schmill, un experto en Pedagogía y conocido como “El Rey del Berrinche”, un berrinche es la falta de control cuando se está frustrado, y siguiendo esta línea, hay dos tipos de berrinche: el berrinche del cerebro superior y el berrinche del cerebro inferior.
El berrinche del cerebro superior es el tipo de rabieta que el niño o niña hace a voluntad para conseguir algo de la mamá o el papá, en cuanto le des lo que pide, tu hijo o hija dejará de llorar porque ha logrado su objetivo; mientras que el berrinche de cerebro inferior es un arrebato incontrolado porque el cerebro inferior se detona y no hay manera de que se controle, en este caso, aunque le des al niño o niña algo que le gusta no parará de llorar.
Para manejar o evitar un berrinche, hay que ubicar las situaciones que propician la rabieta, pues hay ocasiones en las que los propios padres son los que llevan a los niños o niñas a situaciones que los ponen al límite y desencadenan la frustración de los pequeños.
Antes de que tú como mamá te desesperes y también empieces a “hacer berrinche”, tranquilízate y ten paciencia, de lo contrario sólo harás el berrinche más grande y escandaloso. Para manejar un berrinche de cerebro superior, el que es manipulado y controlado a voluntad por el niño, nunca se le debe dar lo que pide, pues se le estará enseñando que si hace berrinche logrará obtener lo que desea, aunque no lo merezca o no sea apropiado.
Para controlar un berrinche, tanto de cerebro superior como de cerebro inferior, hay que seguir un proceso, primero se debe conectar emocionalmente con el niño o niña, luego calmarlo, apapacharlo y al final contenerlo; cuando ya esté tranquilo y sea más fácil hablar con él, se puede preguntar opciones y negociar con el niño. Sólo después de este proceso puedes corregir al niño, pues ya calmado será más fácil que comprenda por qué no puedes darle lo que pide o por qué está mal lo que hizo.