Marco Antonio Panduro con Apuntes perdidos, libro de cuentos analizado por Gerald Rodríguez
ESCRIBE: Gerald Rodríguez Noriega
“Dices una palabra que sobrevive…”, escribió alguna vez Paul Celan, con una dificultad para vivir, y un sentimiento de impotencia y desconcierto que lo atenazaban, como cada uno de las esterilizadas historias que nos cuenta Apuntes perdidos (Manofalsa, 2020) de Marco Antonio Panduro. Pues cada palabra sobrevive a través de cada una de esas historias, piezas de un compromiso condenada al silencio, al polvo del olvido, que trasmutada al papel, deja fe de su existencia a través de una narrativa sincera y ajusticiadora. Apuntes perdidos es uno de esos extraños libros que pertenecen a una especie secreta de libros que interceden hasta nuestro inconsciente y nos evoca la reflexión, como si fuera un espejo frente a nosotros mismo, de nuestra condición humana de la cual nos negamos, rechazamos, lo escondemos, pero que al final no deja de pertenecernos, y nos causa temor de saber que somos parte de esos apuntes perdidos, en una ciudad perdida, en un país perdido, dentro de una realidad perdida. Las voces son de personas que hablan como si hubieran dejado de existir, con misterio e impotencia, un lenguaje sumergido al desarraigo de sí mismo, porque quien dice Iquitos en este libro, dice rareza humana.
El lado más discreto del libro es por intentar pasar como apuntes de una serie de personajes que escribieron algo en un momento, y que alguien los junta y nos narra. Pero a la vez todas esas voces, todas esas miradas embarazadas de un secreto se descomponen en aculturación, en una ingenuidad, en la pérdida de la realidad, que se suma a ella el núcleo de una evocación marginal, el anonimato de esas existencias que hablan por nosotros, por nuestra conciencia, por nuestra presencia en la ciudad. Apuntes perdidos incomoda al oficio de los que hacen canon literario, porque es el lenguaje el reflector humano los que nos desnuda y que Panduro lo utiliza como herramienta para quitarnos la hipocresía de nuestras vidas a través de esas calles sucias de nuestra ciudad, junto a sus burdeles, o sus mandamases, sus escritores mediocres y el club de voces anónimas y callejeras que comparten sus vidas junto a nosotros, pero que somos indiferente a esa existencia. Ocultando un qué hacer y una obra, Panduro abre y consolida una nueva forma de la narrativa amazónica, un ciclo de composiciones alternas, rompiendo lo tradicional como Roberto Bolaños y otros, por el uso de un lenguaje propio, y la arriesgada decisión por alternar el juego de la narración.
Sin desconectarse del tiempo, Apuntes perdidos es un libro fresco, sin la timidez de un libro provinciano, se enfrenta a la vieja y tradicional forma de narrar, resumiendo en Apuntes Pedidos la memoria de su mundo y de su ciudad, reconstruyendo a lo largo del libro una reflexión sobre la búsqueda de la forma narrativa, arrastrando la sombra de muchas voces, sacudiendo el espíritu de tanta incomodidad. La propuesta de esta narrativa es desahogar a la selva de su hundido canto, y mostrar al hombre, al corazón y a la conciencia amazónica como un mundo golpeado, que sufre en silencio, que agoniza en las calles, que incomoda su presencia, dándonos cuenta al final nunca dejaremos de arrastrar nuestra sombra condenada al silencio.