Hoy la novela Cien años de soledad cumple cincuenta años, publicado el 30 de mayo de 1967, Gabo jamás imaginó que sería una de los mejores libros escritos en lengua española, cuando por los años de 1966, el autor tenía la “impresión de estar metido en una aventura que lo mismo podía ser afortunada que catastrófica”. Meses antes de terminar Cien años de soledad, Gabriel García Márquez arrastraba serias dudas sobre la calidad de una novela que acabaría convertida en un clásico de la literatura. Algo poco conocido es que García Márquez publicó siete capítulos de Cien años de soledad para aplacar esas dudas. Y lo hizo cuando aún no había acabado la novela (la concluyó en agosto de 1966) ni había firmado el contrato con la Editorial Sudamericana, que rubricó el 10 de septiembre del mismo año. La novela salió el 30 de mayo de 1967.
La semana previa al lanzamiento de la novela, el magacín argentino Primera Plana publicó un fragmento del capítulo sobre las 32 guerras del coronel Aureliano Buendía. Primera Plana estaba diseñada para el gran público, y sus 60.000 ejemplares semanales circulaban dentro y fuera de Argentina. Aunque ya no tenía tiempo de añadir cambios, García Márquez envió un capítulo que debía cautivar al público de un continente que seguía marcado por las guerrillas insurgentes contra el poder, como la guerrilla del propio coronel Aureliano Buendía.
Como revela la correspondencia de García Márquez, al publicar los capítulos más novedosos y “peligrosos”, el escritor tomó buena nota de las sugerencias hechas por sus amistades y lectores. La historia detrás de estos capítulos olvidados de Cien años de soledad descubre el arduo trabajo de edición que García Márquez desplegó, en especial para aplacar esa “desmoralizante impresión” que tuvo al leer lo que llevaba escrito de una novela que a partir del 30 de mayo de 1967 había de cambiar el rumbo de la literatura. Sus lectores eran exigentes escritores y críticos literarios. García Márquez no solo comprobó la solidez literaria con ellos, sino que también que leía el libro en voz alta a su círculo de amistades en su casa de la Ciudad de México. “Convoqué aquí a la gente más exigente, experta y franca”, escribió en una carta dirigida a su amigo Mendoza en el verano de 1966. “El resultado fue formidable, sobre todo porque el nuevo capítulo leído era el más peligroso: la subida al cielo, en cuerpo y alma, de Remedios Buendía”.
García Márquez explicó en varias entrevistas, su intención era que el lenguaje de Cien años de soledad fuese más anticuado en la primera parte (por ejemplo, usó el arcaico “instrumentos músicos” en vez del moderno “instrumentos musicales” o “grande alboroto” en vez de “gran alboroto”). Y luego, afirmaba el escritor, el lenguaje se iría modernizando hacia el final de la novela. Y vaya que logró no solo un mérito personal, sino todo un mérito lingüístico, gramatical, estético, artístico y humano.