Es viernes y no habrá programa nocturno hasta el lunes. Vale la pena tomarse unos tragos. Varios son los llamados, pocos los escogidos y menos los acudidos. Salvador Lavado, reportero de radio y televisión, desiste y yo persisto. Jorge “Potrillo” Carrillo aparece por la punta izquierda en “Cafetería La Mona” y antes de las ocho de la noche ya pedimos las primeras –que no serán las últimas- artesanales que cuestan un poco más pero son de casa, pues. A las pocas horas aparece Leo Ramírez con su cargamento de ideas y ya vamos por más de media docena de artesanales. Desde ese rincón de la calle Nauta posteamos, respondemos y vagabundeamos con la situación laboral. Potrillo se queda sin batería, su celular mejor dicho y pocos minutos antes de las doce aparece Mónica para poner algo de tranquilidad a la noche. El local se va a cerrar y hay dos opciones: Refugio o Bistro. Vamos por la segunda.
Ya instalados en el malecón Tarapacá llega Martha y Potrillo sigue sin batería. Más chelas, ya no artesanales sino las convencionales. Los piqueos habituales y la charla fluye. Los colegas, los amigos, las que mal pagan, las que bien pagan, las que fueron y ya no serán, la infancia de uno con la juventud de la otra, la juventud de algunos con la adultez de la otra, la maravilla de la vida en torno a una charla afectuosa como las de antes. Los grupos que formamos, los que desintegramos y los que pudieron ser. Hablar de los tiempos, que hubo peores y habrá mejores. Más cervezas, más charla, más entretenimiento. Cinco amigos sonriéndole a la vida. Potrillo preocupado por su batería que le impide comunicarse con su mundo exterior que más parece interior. Mónica, sonriendo a carcajadas con las ocurrencias de ese esposo que le tocó en esta vida. Martha asintiendo las afirmaciones que los interlocutores cuentan de lo que pasó en Iquitos hace un par de décadas. Leo, sorbiendo con sobriedad cada trago del licor amargo, nos agudiza los sentidos. De pronto, se acerca una extranjera y comienza el baile con el vallenato del alma. Más cerveza, esta vez como premio al baile. De pronto, cuando se pide la penúltima cuenta, una voz desde el exterior exclama: Hay incendio en Belén, salgan a mirar el fuego. Incrédulos, primero y sorprendidos, después, salimos y el fuego se levanta. Todos nos dispersamos y coincidimos en el incendio que ocuparía las primeras planas en los siguientes días.
Potrillo dio la primicia por RPP Noticias con un celular prestado en medio de la desesperación y con la poca batería lanzo el video de 20 segundos para seguir con las zaga en las redes sociales. Pero, desde arriba, Leo nos está mirando. Sí, el drone que maneja ya está transmitiendo en directo todo lo que sucede y al segundo aparece el primer comentario. Después llegarían más de 6 mil comentarios de todas partes del mundo. El video alcanzó más de 37 mil reproducciones y más de 115 mil vistas en el fanpage de Pro & Contra. Un récord, pues.
Ese mismo sábado antes del mediodía una pichanguita con los colegas y compañeros de trabajo y, para no perder la costumbre, unas chelitas por la derrota y el triunfo en el fulbito. Así pasan las horas y con Mónica, antes que termine la noche de ese sábado, estamos de nuevo en el Bistro con Ricardo y Chabuca que celebran 40 años de matrimonio y han decidido compartir esa fecha con nosotros que ya llevamos cerca de 20. Terminada la cena regresamos a casa y ambos pensamos: así es la vida, la charla, los amigos, los recuerdos, las primicias, los colegas, los sueños, los aniversarios, las vistas, la paranoia, el fulbito, las chelas. Para eso uno se vive. Para vivir.