La celebración del Día Internacional del Juego fue un completo bochorno en la ciudad de Iquitos. Porque durante las 24 horas todo el mundo se dedicó al relajo. Nadie hizo nada y más bien se dedicaron a jugar diferentes juegos en sus oficinas, dependencias y demás lugares donde habitualmente trabajaban. El juego preferido y predilecto fue el de las barajas y un todo un espectáculo ver como los unos y los otros se dedicaban a reñidas competencias con el casino. En los días siguientes todo el mundo siguió jugando con frenesí abandonando sus labores cotidianas. Era común y corriente ver a los unos y los otros cómo jugaban cualquier juego. Lo más llamativo fue la actitud de los alcaldes que personalmente dirigían los juegos olvidándose de atender a la población. Fue así como la ciudad entera fue dominada por el juego y el relajo. Los días pasaban y nadie quería dejar de jugar aduciendo que era una gran oportunidad de disfrutar a lo grande de las posibilidades del juego en conjunto.
Fue así como la urbe oriental fue conocida como el lugar de los variados juegos y pronto hubo protestas de parte de la población que se veía abandonada a su suerte. Diariamente estallaron marchas unánimes que se dirigían a las dependencias públicas buscando que los funcionarios, asesores y demás servidores dejaran de jugar todo el santo día. Pero estos se empeñaban en seguir en sus trece e inventaban otros juegos donde estallaban reñidas competencias. Era increíble la manera como el juego se apoderó de los espacios públicos, de los lugares privados. Era todo un bochorno asistir a esas contiendas donde cada cual se jugaba la vida en aras de obtener la victoria. Las cosas no podían seguir así. La gente tenía que dejar de jugar y volver a sus labores del día. Entonces tuvo que intervenir el gobierno central declarando en emergencia a la ciudad. Pero las cosas no fueron tan fáciles.
Porque los que jugaban denunciaron al presidente como autoritario y dictatorial y siguieron jugando día y noche. Era entonces el momento en que tuvo que intervenir la fuerza armada para obligar a los servidores públicos a dejar a un lado el relajo. La intervención dio sus resultados y pronto esos servidores fueron encadenados a sus puestos de trabajo. Y así como se pudo lograr que por fin dejaran de jugar y se dedicaran a sus labores cotidianas. Debido a ello, en el presente no se celebra nada en la ciudad por temor a que vuelva a ocurrir lo que ocurrió durante la celebración del Día Internacional del Juego.