Las abejas son fundamentales para la vida; sin ellas, gran parte de los bosques y cultivos desaparecerían. Sin embargo, al pensar en abejas, solemos imaginar únicamente a las que tienen aguijón, olvidando a otro grupo igual de importante: las abejas sin aguijón. Con más de 500 especies distribuidas en regiones tropicales de América, África, India, Australia y Asia, estas abejas destacan por su diversidad y por el papel crucial que desempeñan en las comunidades que conviven con ellas día a día.
Estas abejas son consideradas las polinizadoras más importantes desde el punto de vista ecológico, económico y cultural. No obstante, un estudio reciente revela que casi la mitad de sus hábitats en la Amazonía peruana está en riesgo de deforestación, y que la disponibilidad de árboles grandes para anidar es más determinante que el clima para su supervivencia.
Esto de acuerdo al estudio “Spatial distribution, tree host associations, and deforestation threats on two stingless bee species in the Peruvian Amazon” con la participación del biólogo Cesar Delgado. Conversamos con el investigador para reconocer la importancia de estas abejas en nuestro país y los problemas que actualmente enfrentan: “En el 2016, el Perú firma la iniciativa mundial de polinizadores, por lo que se compromete a proteger a los polinizadores”, explica.
Luego añade: “Estas abejas contribuyen al mantenimiento de la diversidad, a la conservación del bosque, a la lucha contra el cambio climático y a la seguridad alimentaria, principalmente de las comunidades indígenas”.
Comunidades indígenas: aliadas en la conservación
Antes de abordar los problemas que enfrentan estas abejas, vale destacar que en nuestro país, la crianza de abejas sin aguijón es una práctica ancestral en comunidades indígenas. Su miel, su polen y propóleos se usan como alimento y medicina debido a que las abejas recolectan resinas de árboles medicinales. Perú también es hogar de 175 especies conocidas.
Estas abejas destacan por su diversidad y por el papel crucial que desempeñan en las comunidades que conviven con ellas día a día. (Foto: Gino Tuesta)
Delgado afirma que las comunidades indígenas han tenido un rol clave en la conservación de estas especies. “Poco a poco, los pueblos indígenas fueron criando abejas de manera artesanal, y han cumplido un rol clave en los procesos de mitigación y adaptación al cambio climático. Hoy en día, desde el IIAP enseñamos a las comunidades indígenas a manejarlas en estado silvestre, pero también a criarlas, con el objetivo de conservar tanto a las abejas como al bosque”, expresa. Pero la relación de las comunidades indígenas con las abejas sin aguijón es simbiótica.
Distribución y amenazas: lo que revela el estudio
El estudio en el que participó César Delgado combinó datos de investigaciones previas, observaciones de campo y trabajo detallado en Junín, con el objetivo de identificar qué árboles usan las abejas para anidar y cómo la deforestación pone en riesgo sus hábitats.
Los resultados muestran que las abejas sin aguijón (Melipona eburnea y Tetragonisca angustula) están presentes en casi toda la Amazonía peruana, aunque su distribución varía según la altitud. El 45% de los registros se concentra en la selva baja, entre 50 y 400 metros sobre el nivel del mar, donde M. eburnea domina con un 81%. Por su parte, T. angustula es más común en tierras intermedias y disminuye en los bosques nublados. El análisis multifactorial indicó que, para la elección del lugar de anidación, el tamaño del tronco es más determinante que el clima.
Delgado explica la relevancia de estos hallazgos: “Mientras las abejas aseguran la colonización y supervivencia de las plantas, estas les proporcionan alimento y hábitats de anidación. En Perú, solo cuatro especies hacen sus nidos en el suelo; casi todas las demás construyen sus nidos en los árboles, y ahí surge el problema”.
Según el especialista, la deforestación amenaza la supervivencia de estas abejas, no por falta de alimento, sino por la escasez de lugares adecuados para anidar. La recuperación de vegetación en terrenos agrícolas no compensa el daño a sus nidos, ya que los árboles tardan décadas en alcanzar el tamaño necesario.
“Una especie vegetal puede tardar entre 15 y 30 años en alcanzar el diámetro necesario que permita a las abejas construir sus nidos”, explica el biólogo a este medio.
Las abejas sin aguijón no pican, pero son vitales para nuestros bosques. El riesgo de que la deforestación acabe con sus nidos debería llamar la atención de todos los peruanos. (Foto: Gino Tuesta)
Mediante el uso de una red neuronal para evaluar la pérdida de bosques, se clasificaron los distritos de la Amazonía de acuerdo a su riesgo de deforestación. El estudio concluye que el 50% de los hábitats de estas abejas están en zonas de alto riesgo. En las áreas de alto riesgo se hallaron colonias de ambas especies, lo que confirma su vulnerabilidad.
Los retos para protegerlas
Proteger a estas especies no es necesario solo por el valor económico que representan para las comunidades; es importante hacerlo bajo el marco de los Derechos de la Naturaleza. Esstos buscan proteger la existencia de la naturaleza, basado en la idea de que la vida humana y la salud del planeta están intrínsecamente ligadas. Delgado afirma estar trabajando en una ley que proteja el derecho de las abejas a existir en base a esta idea.
Por otro lado, se propone desde el estudio la necesidad de crear corredores biológicos. Delgado explica su importancia:
“El problema de la deforestación es que genera fragmentación del hábitat y del bosque. Por eso, es necesario mantener ciertos espacios en estado natural que conecten áreas y permitan crear corredores donde las abejas puedan desplazarse y mantener el flujo genético de un lugar a otro.”
Las abejas sin aguijón no pican, pero son vitales para nuestros bosques. El riesgo de que la deforestación acabe con sus nidos debería llamar la atención de todos los peruanos. Ellas son más que productoras de miel, son guardianas invisibles del bosque. Su desaparición no sería solo una pérdida ecológica, sino también cultural y económica. Protegerlas es proteger nuestra propia supervivencia.
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