La floresta se ha nutrido artísticamente de aquellos o aquellas personas que producían en el mismo marjal o de los peregrinos de paso que han troquelado, estos últimos, una visión llena de imágenes distorsionadas (llenas de perjuicios) que no correspondían a la Amazonía, y muchas veces, en complicidad, y dolo, con los que estaban en esta parte del cenagal. Pero, por estos tiempos hay una tercera manera de aproximarse a la selva y es producto de estos tiempos de las emigraciones. Me refiero a aquellas personas nacidas en la Amazonía y que han tomado la decisión de salir de ella. No son estrictamente, en puridad, unos exiliados pero pertenecen a esta misma nación, están agrupados en la provincia de los llamados, los expatriados o expatriadas. Aquellos que tomaron la decisión por motivos personales y otros para la salida del platanal. Esas motivaciones de la salida son la mar de interesantes así como el aterrizaje en otras tierras, por ejemplo, el enfrentarse en muchos casos a nuevo idioma, ser consciente del capital simbólico perdido y que tienen que rehacer paso a paso en tierras desconocidas. En este sentido, sería muy sugerente seguir la huella de esos expatriados/das y su experiencia en el exilio. Están fuera de lugar. Hay casos interesantes como el de James Joyce que forzó el exilio de su Dublín natal para forjarse como escritor o el emblemático caso de Joseph Conrad, el escritor polaco que escribía en inglés. O artistas como Kandisky, filósofos como Th. Adorno entre otros. Por ejemplo, ejemplos más cercanos tendríamos entre los amazónicos a Jorge Nájar que vive en Francia. O la de Ana Varela en Estados Unidos. O la de Rafo Díaz, en Mozambique. ¿Seguirán respirando trópico húmedo?, ¿cómo ven lo que ocurre en la selva desde sus ventanas del exilio?, ¿han sido contaminados por otras voces y experiencias?, ¿es una vida en contrapunto y en constante movimiento? Seguro que nos dirán mucho.