Cartagena
Por una invitación de mi amigo Juanjo Plasencia fuimos a Cartagena, Murcia. Era dentro del contexto de La Mar de Músicas que este año el país invitado era Perú [al final Juanjo no pudo ir por problema de salud, una dolorosa lumbalgia lo mandó a la cama]. Pero para nosotros la ciudad fue una sorpresa, sorpresa de la buena y gran motivo para desconectar de la rutina madrileña. En tren la travesía es de cinco horas, así que aproveché para leer “El pez de oro” del compatriota Gamaliel Churata, poeta y escritor indigenista; la introducción es de cien páginas hecha por Helena Usandizaga desgrana la vida y obra de Arturo Peralta quien usaba el pseudónimo de Gamaliel Churata. Recuerdo que en mis épocas de universitario ojeé algo de él en una edición facsimilar hecha por la revista Hueso Húmero, y sin saberlo, Riccardo Badini, profesor de la Universidad de Cagliari es un gran estudioso de este escritor peruano. Ahora estoy listo para adentrarme en El pez de oro, la edición que tengo en manos es de Cátedra. Antes de partir a Cartagena una amiga de S nos recomendó la buena cocina murciana como el mojete murciano que es una delicia y el arroz de caldero, otro plato igual degustación. También me tomé un buen gazpacho [deliro con esa refrescante bebida mediterránea] y un arroz negro que era para chuparse los dedos, amén de los precios que muy baratos en relación con Madrid. Pero la ciudad la fuimos descubriendo paso a paso. Impresiona ver las murallas, al ser puerto tenía que ser muy defensiva. Ahh y los faros. Hay faros por todas partes y esos artilugios para navegar me fascinan, los faros. Es un aviso desde lejos para los navegantes. Y la sorpresa de la ciudad fue por su pasado romano. Han reconstruido las ruinas de una manera impresionante, quien lo hizo fue el arquitecto Rafael Moneo. Además son muy celosos del patrimonio monumental [no sé si antes] pero las guías eran las primeras que las reivindicaban y muy sensibles al tema [no hago comparaciones con Iquitos porque lo llevamos mal eso de defender el patrimonio monumental que es un desastre]. Pero caminar por el Teatro Romano, por sus calzadas, vomitorios, escenarios. Un grato paseo por el pasado y presente.
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