Carnaval adelantado
En la obsesiva manía local de festejar a cada rato, de ir de farra y farándula por cualquier motivo, de beber las aguas hasta el extravío, ya se viene celebrando el arribo del rey Momo que podría no tener nada que ver con mojar con agua, jugar con pintura o derribar una pobre palmera, sino con nuestras falencias, desfalcos, alcantarillados, proyectos que nunca se cumplen, autobombos, mentiras, majaderías varias y candidaturas galleras, gallinaceas, piantes, ladrantes, rugientes y otras manifestaciones de orden zoológico.
La frase que dice que carnaval manda y nadie demanda, nos parece abusiva, matrera y bastante impositiva. Si alguien cree que es decente, edificante y provechoso echar agua a una persona que cree lo mismo, no hay ningún problema. Pero si esa misma persona moja a un parroquiano o a una dama que no tiene interés en ese juego, la cosa cambia. No estamos en contra de la diversión, del principio humano de la celebración. Andamos en contra de todo lo que sea abuso, pendejada. Y el carnaval es eso. Nada más. Y es lamentable que en tanto tiempo no haya logrado convertirse en algo importante en nuestras vidas.
Porque esa fiesta, con su rey y sus adjuntos, sus posibilidades de incluir varias disciplinas, podría ser una expresión cultural de la floresta, de la poderosa cultura amazónica. Como es en tantas partes que ganan bastante mostrando sus manifestaciones artísticas, sus logros estéticos, sus danzas. Don Igoraldo Paredes era tan carnavalero que dijo que requería de 300 mil nuevos soles, contantes y sonantes, para celebrar un carnaval. El dinero se gasta a manos llenas y por las puras, celebrando cada vez esa fiesta. Se invierte en nada, como en tantos otros rubros. Así las cosas, todavía estamos bastante retrasados por más que los carnavales, como siempre, se hayan adelantado.