Percy Vílchez Vela
Cuando el municipio de San Juan promovió su casamiento popular y gratuito, las gentes comenzaron a llegar al local elegido para inscribirse. Era una visita normal, cotidiana y nada hacía presagiar que se venía una avalancha de padre y Señor mío que cambió todo. Porque de pronto, de diferentes partes, desde las más remotas aldeas de la fronda, comenzaron a arribar personas dispuestas a casarse. La cola pronto se hizo una serpiente sinuosa e interminable que llegaba hasta la plaza 28 de Julio. Luego aparecieron de diferentes lugares de la tierra hombres y mujeres ansiando amarrarse para toda la vida. Era imposible que la entidad edil atendiera la demanda de boda. Fue así como los otros municipios se declararon en estado de matrimonio y anunciaron los casorios gratuitos.
Entonces, la demanda se hizo universal y las colas se alargaron hasta arribar a los extramuros de la ciudad. Todas las gestiones ediles se fueron para otra parte y lo único que interesaba a los municipios era atender la demanda del matrimonio gratis. Fue así como los municipios empezaron a casar a las parejas que se habían inscrito en concurridas y masivas ceremonias. Era de verse como las parejas disfrutaban de ese rito sin sospechar lo que era realmente la convivencia amarrada. Así fue como fueron casados miles de personas, mientras las colas se hacían más largas, una de las cuales cruzaba el río Amazonas. Era imposible que las alcaldías se dedicaran solo a fomentar la boda gratuita y los burgomaestres no podían vivir como padrinos eternos de las parejas.
Entonces se decidió suspender el servicio del matrimonio gratuito, cerrando las puertas de los municipios. Pero esa medida fue contraproducente porque millones de personas de toda la tierra interpusieron una acción de amparo para que se continuara casando a las parejas. El juicio ha llegado hasta la Santa Sede y mientras el sumo pontífice analiza la cuestión las parejas, agarradas de la mano, haciéndose mimos y jurándose amor eterno, ejecutan plantones cerca de los locales de las alcaldías de Iquitos, esperando el momento en que siga la cumbiamba y vuelvan los casorios gratuitos y concurridos.