El reciente campeonato mundial de carrera de cucarachas fue ganado una vez más por el indómito equipo peruano. Dicho evento dichoso se realizó en la ciudad de Pevas y contó con la participación de todas las naciones de la tierra que trajeron sus mejores insectos, muchos de los cuales rompieron las estrictas reglas de tan solicitado deporte y se dedicaron a comer en plena competencia. Es la quinta vez que la escuadra nacional se impone en ese certamen que despierta pasiones increíbles, broncas desmesuradas y júbilos asombrosos, siendo en el presente el deporte más popular superando al fútbol que está en franca decadencia.
El entrenador de la selección blanca y roja es el ex ministro Burresti, el cual a carajazo limpio obliga a correr y a volar a las bien cuidadas y encebadas cucarachas recolectadas, por lo demás, en los abundosos basureros de la vieja y achacosa república. No se tiene noticia de alguna selección que pueda competir con las cucarachas cholas, las cuales corren y vuelan como si les persiguiera la misma policía conducida por el dichoso entrenador. Ellas son tan aptas para vencer que dejan regadas en el ruego a sus rivales. Las cucarachas de marras son un producto bandera y está prohibida la venta o la exportación, para evitar cualquier zancadilla de las otras naciones.
Como se sabe la carrera de cucarachas nació en la culta Alemania, cuando a un ocioso se le ocurrió amaestrar a esos insectos. Muy pronto se extendió por todo el planeta y no tardaron en aparecer los campeonatos locales. Hoy en día dicho deporte cuenta con millones de seguidores. Es una pena que la cucaracheada tenga mayor futuro, pues el baile de la cucaracha no pega en ninguna parte. En Iquitos, una ciudad que imita casi todo lo estúpido, dicho baile es un fracaso. Los bailantes pueden caminar como las cucarachas, pero no pueden volar.