En calles y callejuelas, en esquinas y pasadizos, en aglomeraciones y huariques, en descampados y en otros lugares concurridos, los miembros del Club Nacional de Mantenimiento de la Virginidad vienen haciendo firmar unos papeles todo aquel o aquella que prometa arribar invicto o invicta al matrimonio. Como es sabido por todos nuestros lectores de ambos sexos, el gobierno peruano decidió emprender la cruzada a favor de la virginidad para evitar el embarazo infantil y adolescente, los hijos no deseados que podrían ser la mayoría y otras lacras que nos asedian y agobian desde hace tiempo. Para ello creó una especie de fundación que se encargaría con el correr del tiempo de recolectar firmas entre los ciudadanos con la promesa de mantenerse en blanco hasta el momento cumbre.
Las personas que firman esa carta notarial, cuyo texto es un extenso panegírico a favor de la virginidad, están obligadas a cumplir cabalmente con su palabra. Es decir, no pueden alegremente firmar el documento y luego, como si nada, ceder a las picazones naturales del cuerpo y entregar la virginidad al peor postor. En ese sentido han ocurrido casos donde fueron detectados ciertos ciudadanos que al día siguiente de firmado el compromiso ya estaban perdiendo la categoría por lo cual fueron sancionados por las autoridades con multas y con el encarcelamiento por faltar a la palabra empeñada.
Los auspiciadores de las firmas esperan que en Iquitos la campaña por la virginidad sea exitosa y que los compromisos se cumplan cabalmente para que se deje atrás ese primer lugar en embarazo infantil y adolescente. Caso contrario, caso de que no se cumpla con la palabra empeñada, se tendrá que buscar otros mecanismos para conseguir el destierro de los embarazos no deseados. Se presume que la vigencia del cinturón de castidad podría ser la salida para ese mal social que afecta a tantas personas de esta parte del mundo.