Los atardeceres, a donde te toque ver al gringo, son fenomenales. Como que cada atardecer es producido, exclusivamente para una única presentación. Hay tardes en que las nubes forman una especie de círculo alrededor del sol y éste, todo imponente, realiza su recorrido descendente. Al final de la avenida Cáceres, en el puente de la curva de Moronacocha, el espacio se presta para la exhibición de tan majestuoso paisaje. En Iquitos los sunset son de colores variados; a veces de color amarillo, dorado inca, donde tienes que achinar los ojos frente al Inti; otras, rojizo crepuscular, admirable por su intensidad, digna del mejor pincel; hay ocasiones que el lienzo iquiteño se tiñe de un crema anaranjado, ni la lluvia ni el sol quieren ceder paso a la belleza y fortaleza de sus manifestaciones. Eso lo saben, como la masa de hijos del oriente peruano, Javier y Joaquín, por eso es que salieron de sus casas a las 5:30, mucho antes de sus clases de las 7.10. Hicieron una primera parada en el puente de Moronacocha para presenciar el clásico corto teatral producido por la Providencia. Llegaron casi juntos, cada uno en sus motos, se saludan como de costumbre, con un pequeño choque de palmas de mano en horizontal, seguido de un suave choque de puños, al estilo brazilian jiu jitsu, arte marcial nacido en Manaos, Brasil, con raíces japonesas.
Entre los tantos temas que comúnmente parlotean; a mencionar, la desigualdad de derechos y oportunidades; el informalismo y corrupción en los partidos políticos, poderes estatales y empresas privadas; la promoción de una armonía entre tierra, ser vivo, universo; un sistema económico con énfasis, aparte de la explotación minera y petrolera, en el desarrollo de la agroindustria; el voto voluntario y demás contextos amplios de abordar, Javier Padilla y Joaquín Torres centran su conversación en la falta de identidad que tiene la mayoría de loretanos con su región o el carente amor hacia Iquitos. Ellos, fuera de las posiciones personales y discrepancias que resultan de sus conversas, concuerdan en que dos son las razones fundamentales para que los del oriente peruano no se sientan identificados con la tierra de sus inicios: las ineficientes autoridades políticas y la escasa orientación regional sobre la historia de Iquitos, Loreto. La primera es efecto de la segunda.
Mientras los encargados de la producción universal están ordenando los últimos detalles para la despedida del Sol, por hoy; entre los amigos salen intervenciones como que diversos estudios científicos demuestran que para la estabilidad emocional del ser humano, es necesario que se sienta identificado consigo mismo, con su familia y con el medio en el cual se desenvuelve. Si un adolescente no conoce sobre la creación, desarrollo, economías, arquitectura antigua y actual, conflictos sociales, guerras, revoluciones y demás alimento intelectual amazónico, no llevará la camiseta del equipo Selva, Iquitos, Loreto, verá más atractivo la conducta de delinquir y cuando le toque votar, elegirá al que le regala pollo, gas, ropa, sopa o cualquier otro producto anestésico de la mente. Concuerdan en el hecho que si bien, parte de las responsabilidades municipales y regionales es promover un clima social más adecuado entre los habitantes de este territorio; no obstante, también es responsabilidad de las empresas, colegios profesionales, sindicatos, juntas comunales, vecinales, asociaciones civiles, escuelas, centros superiores y el pueblo en general hacer que Iquitos vuelva a ser linda; ósea preciosa es, sólo que ahora se encuentra mal de espíritu, mal vestida y mal maquillada; cada ciudadano es responsable de la imagen y alma de la isla bonita. Es momento que vuelva a las filas de las deseadas, también es momento de que los jóvenes vayan a clases, así como el gringo ya se fue a sus responsabilidades en el otro extremo.