En un reciente censo sobre relaciones humanas, llama poderosamente la atención la abundancia de matrimonios de hombres hechos y derechos con muñecas de plástico. Las bodas se realizan con frecuencia en lugares públicos con asistencia de padrinos, de testigos, y no falta el cura que casa a las parejas con el encendido discurso de ocasión sentimental. Luego, como no puede ser de otra manera, las parejas van de luna de miel y después inician sus vidas como si se tratara de algo absolutamente normal. Pero ello no es nada normal. Es algo aberrante ese tipo de matrimonio.
Es cierto que en todas partes el matrimonio está en crisis, pues se le pide que cumpla demasiadas funciones en tan poco espacio, pero ello no puede ocasionar esos matrimonios entre hombres y muñecas. Nos parece que ese tipo de matrimonio más bien tiene que ver con el relajo de los tiempos, con eso del amor virtual y otras hierbas que dominan en el presente. Las personas se han deshumanizado tanto que ya no soportan a otra persona ceerca y prefieren las muñecas de plástico, lo cual los condena a una eterna soledad.
Ese tipo de matrimonio, a la corta o a la larga, será perjudicial para la población, pues es sabido que no podrán tener descendencia y así se correrá el riesgo de quedarse sin habitantes en esta vasta región del país. Por otra parte, un matrimonio entre un hombre y una muñeca, es el centro del aburrimiento, pues la muñeca no habla, no pide nada, no es capaz de dar caricias auténticas. La vida cotidiana con una muñeca es algo frío, inhumano, alejado del verdadero calor de las damas. Es de esperar que las autoridades corrigen dentro de poco esa aberración y que el matrimonio vuelva a ser entre hombres y mujeres y no entre hombres y muñecas.