Bionegocios, empresa y gobierno

Poco vamos a lograr los amazónicos si sólo nos dedicamos a bordear descripciones acerca de la cuantiosa y valiosa biodiversidad que interactúa dinámicamente con los componentes físicos y sociales del territorio regional. Todavía está alojado en nuestros procesos mentales y actitudinales, la concepción ilusa y suicida de que es preferible vivir pobres que tocar los recursos naturales, o peor aún, el razonamiento utilitario –más suicida que el anterior- de que hay que seguir extrayendo los recursos naturales en la forma en que venimos haciéndolo, sin que importe su reposición, su aprovechamiento óptimo y sin que su explotación reporte beneficios perdurables y perceptibles para el hombre y su ambiente. Seguimos con los diagnósticos de siempre; los planes quiméricos y, cuando no, superficiales; los tremendos volúmenes anillados que con el paso del tiempo terminan amarillándose en los anaqueles de las oficinas públicas, con más pena que gloria.

¿Qué nos falta para convertir nuestros recursos naturales en desarrollo sostenible y creador de riqueza para los que menos tienen?. Causa desazón reconocerlo, pero nos faltan muchas cosas. Hacen falta empresarios que apuesten por los bionegocios y se sumerjan en el mundo del biocomercio, que asuman los desafíos de la producción orgánica y de los cultivos promisorios, y que con ellos, cautiven clientes en los escenarios del comercio justo y solidario que nos son propicios, y que, a partir de allí, descubran y conquisten mercados verdes y ecológicos. La audacia debe ir acompañada de la inteligencia para entrar en el terreno de la innovación, prepararnos mejor para lidiar en los mercados tradicionales donde hay competidores que nos llevan años de ventaja, y al mismo tiempo, hurgar en las tendencias mundiales para crear nuevos mercados, que es el ideal de todo empresario de bionegocios.

Pero en un territorio no sólo existen empresarios. Están también las instituciones de investigación y las universidades que, por su naturaleza y funciones, deberían ser los creadores de los soportes tecnológicos y de los procesos transformativos para que nuestros empresarios den esa mirada hacia afuera y peguen el salto dialéctico que estamos obligados a dar si no queremos que otros nos sigan pasando por encima. Hace años venimos señalando que esa alianza entre empresa y universidad no ha funcionado nunca aquí en la amazonía baja, han estado tan distantes una de otra como en un divorcio judicializado; y, de tiempo atrás, viene nuestra preocupación de que ese engarce que debería existir entre empresa e investigación, entre negocios y academia, no ha pasado de ser una proclama florida, una salva de cañonazos a la nada, un ademán de vacuidades; un concierto desafinado de boletines, gacetas y folias que no han logrado mover curvas de oferta y demanda, ni crear y producir invenciones de consumo o utilidad masivo, ni menos han podido colocar o multiplicar ingresos en el bolsillo invariablemente hambriento de los pobres.

¿Y el Estado? ¿Y los gobiernos? Con la honrosa excepción de la tibia propuesta de reforma del marco tributario de la amazonía del gobierno de Alan García que en 2007 proyectaba una sustitución gradual de las exoneraciones tributarias para favorecer la transformación productiva, -y que no se implementó por la oposición incomprensible de politiqueros que desde el gobierno regional, desde movimientos políticos de propiedad personal, desde una prensa desinformada o convenida y desde el entonces secuestrado Frente Patriótico de Loreto, le asustaron al pueblo con alzas de precios antojadizas-, los demás gobiernos no han exhibido nada en concreto. Han ido recetando aspirinas a un territorio que sufre de paraplejía forzada, té de hierbas a un paciente de hemorragia interna, agüita de coco para una región que padece de fiebre de justicia social.

Lo que quiero decir es que nos falta un nuevo régimen tributario que promocione de manera eficaz el desarrollo de los bionegocios en la amazonía peruana; un gasto tributario que le otorgue al emprendimiento productivo, transformador y comercializador sustentado en la sostenibilidad ambiental y en la responsabilidad social un puntaje porcentual de beneficios que se ubique por encima del asignado a otras actividades como, por ejemplo, el comercio y el sector financiero. Nada tenemos contra estos sectores de la economía regional, su participación y contribución al crecimiento económico regional son incuestionables, pero si no queremos quedar como perros del hortelano, como virginales menesterosos o como bárbaros extractivistas en medio de la tercera ola, debemos desarrollar una industria propia, creativa, transformadora, competitiva, con los recursos naturales renovables y no renovables que constituyen nuestras ventajas comparativas frente a otras regiones.

Hace falta también una clase política gobernante que ponga a funcionar las neuronas que les dio el Creador. Gente que gobierna o que aspira a gobernar la región debe saber cómo mínimo algo de la evolución histórica de la economía regional para definir hacia dónde vamos y no quedarse en la época del caucho que de tanto repetirse ya suena irreal; debe manejar lo básico de las innovaciones tecnológicas que pueden proveer los cimientos para un desarrollo industrial sostenible en la perspectiva del triple resultado (económico, ambiental y social) y no dedicarse sólo a repartir regalos al estilo de Santa Claus; debe planear un sistema crediticio amigable, ágil y de retorno seguro de la inversión para multiplicar su impacto, dotándolos de un acompañamiento técnico eficaz y no repartir el canon entre sus amigotes; y, por supuesto, debe ser un gran marketeador de bionegocios en todo el planeta y no quedarse únicamente en un par de ferias de bajo perfil que se organizan de tiempo en tiempo.

Nuestra realidad es dura, pero es nuestra realidad. En este Día Mundial del Ambiente, es necesario pensar en voz alta y reflexionar sobre este enorme atraso de la región en lo que concierne a la vinculación de la biodiversidad con la empresa, la innovación tecnológica y las tareas de un buen gobierno.

 

1 COMENTARIO

  1. Asi on coraje se dicen las cosas. No interesa que los traficantes del medio ambiente sigan condenando a sus pueblos a mas pobreza. Algun dia los pueblos accionaran sus neuronas y condenaran a esos traficantes al destierro moral y asumiran la accion.

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