BASURA EN OTRA PARTE

La huachafa canción de Ranil sobre la basura que abunda en los mercados, es todavía un penoso himno a las variadas incompetencias en el rubro de la limpieza pública. El voluminoso ingeniero Brunner debe tener una atracción letal hacia el vacío o el suicidio cívico, pues se quemó como político al convertirse en un frustrado limpiador de desperdicios de esta ciudad. Achicharrado, oliendo a chamusquina, acaba su contrato con la edilidad de Maynas. Esta jalado y descalificado con varios rojos. La empresa que adquirió no pudo hacer olvidar al antiguo dueño que era tan malo como él en ese asunto de aseo urbano. Pero el problema de la basura iquitense es mayor y desborda a los empresarios incompetentes, pues ahora resulta que no existe un lugar adecuado para depositar los desperdicios nuestros de cada día.

Nadie se ha preocupado por acondicionar un lugar y hay la propuesta de llevar tanta basura hacia el relleno sanitario de Nauta. Es decir, Iquitos es una desgracia que ni siquiera puede con una de sus mayores industrias cotidianas. Esta ciudad siempre ha tenido como varias piedras en los zapatos a la basura. Equívocos, errores, inconvenientes, gallinazos en el aire, han sido sus signos desdichados a través de los años. Pero nunca ocurrió lo que sucede en el presente en que las autoridades se lavan las manos recomendando llevar la basura a otro potrero.

En la década del cuarenta del siglo pasado, hubo un debate público y jugoso debido a que la basura desbordada toda tolerancia, toda posibilidad de vivir decentemente. Era exagerada la suciedad, las acumulaciones de desperdicios en las puertas de los comercios, y ese evento fue de antología y la lectura de las actas nos puede llevar a comprender mejor las razones por las cuales nunca se pude acabar con la agresión de los desperdicios. La cosa se complica más porque ni siquiera los iquiteños pueden con sus propios desperdicios.