[Por: Moisés Panduro Coral].
“¿Qué tan difícil es independizarnos?” es la pregunta que me hizo ayer un amigo, residente en el medio oriente y loretano hasta la última molécula de hemoglobina de su sangre. Salvador, así se llama, se refería a la viabilidad que tendría una propuesta reciente según la cual la región Loreto debería constituirse en una “república independiente” y caminar su propio destino separándose del resto del país. Respeto la opinión de Salvador, un joven iconoclasta por convicción y altruista de corazón. Entiendo que una postura regional de esa naturaleza viene de un ser dolido que al leer la historia sabe de las veces en las que el centralismo limeño maltrató a Loreto ya sea en su lucha por la defensa del territorio patrio, en sus aspiraciones de desarrollo y progreso, o en su persistencia por conseguir autonomía de gobierno en las decisiones que incumben a este extenso territorio de selva baja.
Suena bonito una “República de Loreto”, pero aunque entienda y respete a quienes piensan y promueven un ideal regionalista como éste no la comparto por razones que no podría enumerar ni detallar en la estrechez de esta columna. Sí puedo afirmar que en Chile se alegrarían hasta las lágrimas con una República de Loreto, les daríamos a los sureños en la yema de su particular y absurdo gusto, pues como lo señalo en mi artículo “Visión chilena de la amazonía” (https://proycontra.com.pe/2014/01/07/vision-chilena-de-la-amazonia/) -que sé que fue tomado como material de lectura en una prestigiosa Universidad limeña-, su intelectualidad piensa que el Perú es una nación de costa y sierra carente de atributo amazónico.
Otro país que se entusiasmaría hasta el frenesí sería Brasil pues tendría libre el camino que su expansionismo le dictó en el siglo XIX y que se frenó por la actitud patriótica de los loretanos; hasta se podría proclamar una anexión a Brasil, como leí en el facebook de otro amigo recientemente, aprovechando un problema agravado de conectividad que tendríamos para acceder a los mercados del Pacífico pues seríamos un país mediterráneo como Bolivia. Debemos recordar que el Perú nació como una República unitaria y que precisamente por ello, las revoluciones que se dieron aquí no fueron para separarse del Perú sino para que el centralismo preste atención a los problemas de Loreto y para conquistar un estatus de Estado federal, es decir un territorio con gobierno propio, con autonomía real para las decisiones de desarrollo.
Caminando el siglo XXI ¿no es verdad que ahora sí tenemos una autonomía de gobierno que no tuvimos antes? Hasta 1963 no teníamos exoneración tributaria y ya llevamos 50 años de exoneración tributaria. Hasta el año 2003 –con excepción de la frustrada experiencia de 1990- no podíamos elegir a nuestros gobernantes regionales y ahora los elegimos democráticamente cada 4 años. Hasta el año 2006 los directores regionales de los ministerios eran nombrados por los ministros del gobierno central, hoy son designados por el presidente regional. Hasta principios de la década del ochenta las municipalidades tenían solo el aporte del vecindario y una que otra ayuda del gobierno central para financiar sus obras que no fueron pocas; después se les asignó un porcentaje del IGV que ahora se llama Foncomun y ya en 1986 les llegó adicionalmente el canon petrolero. Hoy – y desde el 2006- además de recursos propios, canon petrolero y Foncomun las municipalidades cuentan con dineros del Fisco, léase gobierno central, que financia hasta el 87% del monto de las obras que hacen y a pesar de todos esos ingresos, la situación -comparativamente con otras ciudades- ha empeorado en lugar de mejorar. Igualmente, hasta el 2011 se habían transferido al gobierno regional el 97% de las funciones, recursos y competencias que antes eran detentadas por el gobierno central, mientras que el 90% de las obras que publicitan también son financiadas por el gobierno central; empero seguimos en un lamentable estancamiento.
Los notables avances de autonomía regional pueden resultar insuficientes todavía, pero ¿no creen que con todas estas atribuciones, competencias, recursos deberíamos estar en un igual o superior nivel que otras regiones del Perú? ¿dónde reside entonces el problema del atraso regional que motiva la rebelión independentista de jóvenes como Salvador? ¿sigue estando únicamente en el centralismo? ¿no será que no queremos ver que una gran parte de nuestro problema está aquí mismo cuando elegimos cada zamarro, mediocre y aventurero para gobernar nuestras municipalidades y nuestra región?