No fueron el ímpetu de la creciente, los colegios derrumbándose, las aulas contaminadas, los profesores ausentes, las distancias insalvables y la falta de útiles escolares y las pestes repentinas, los que retrasaron el inicio de las clases educativas en ese 2015. Fueron otra cosa, una falla garrafal que hizo perder meses de enseñanza y aprendizaje sin mayores remordimientos.
Sucedió aquel año que las defensas civiles de todos los municipios de la región Loreto no cumplieron con presentar sus informes sobre el estado de los centros escolares. Era obligación de esas entidades presentar dicho informe a Defensa Nacional para que se tomaran las medidas correspondientes. Pero hacia marzo casi ningún municipio envió su evaluación. Nadie supo debido a qué factores los encargados de esos estudios se hicieron la vaca como si fueron estudiantes desbandados. Y las clases no comenzaron simplemente. Cuando los encargados de esos escritos fueron notificados, por via notarial y judicial, salieron con la disculpa de que no tenían el tiempo necesario debido a sus múltiples ocupaciones y obligaciones. Cuando se impuso el orden en los municipios, dichos funcionarios salieron con que en cualquier momento le iban ha hacer. Pero los meses pasaban y todavía no comenzaban con sus evaluaciones. Cuando se hicieron las marchas de protesta dijeron que en cualquier momento, que dentro de unos días y que dentro de breve. Pero ocurrió que en aquel tiempo hubo muchos feriados largos que conspiraron contra la redacción de esos informes. Era diciembre cuando recién se comenzaron a presentar dichos escritos, donde se revelaba el estado calamitoso de casi todos los centros de enseñanza. Por la tanto, el año escolar de ese año infausto no pudo comenzar como estaba programado. Fue así como al año siguiente la mayoría de padres de familia de Loreto decidió migrar con sus hijos a otras latitudes.