Bajo la tormenta de nieve los sobrevivientes del infierno de ese campo de concentración nazi manifestaron que no se olvide lo que ocurrió allí. Fue una experiencia tremenda de la humanidad, una ingeniería del mal. Pero tampoco hay que olvidar otros hechos violentos Auschwitz contra grupos vulnerables. Es cierto que la maquinaria del terror se puso en marcha para aniquilar a un grupo étnico determinado. Fue brutal. En ese grupo de indefensos también estaban gitanos y homosexuales, los alemanes querían limpiar el jardín, podar las malas hierbas porque les incomodaba. Pero como decía Tzvetan Todorov en el libro Los abusos de la memoria, todos tenemos nuestro holocausto. Por eso cada vez que hay un homenaje en Auschwitz pienso en lo que sucedió en la maraña perulera. En el caso de la floresta norte de Perú no hay desalojar de la memoria lo que sucedió en el Putumayo y la masacre de integrantes de Pueblos indígenas. Debería servirnos para reflexionar acerca de los integrantes de Pueblos indígenas, del uso no sostenible de los recursos naturales, de la actitud de las instituciones del Estado, por ejemplo, la cancillería peruana no tuvo un comportamiento digno de cara a estos hechos, es una institución llena de claroscuros en este tema. Desgraciadamente, lo ocurrido en la selva peruana ha recibido poca atención de propios y extraños. Todos les dieron la espalda. Los reclamos de la Asociación Pro indígena, del Juez Carlos Valcárcel, de Miguelina Acosta, la encíclica papal “Lacrimabili Statu Indorum” entre otros que cayeron en saco roto. En Perú, desgraciadamente, esos luctuosos hechos casi han pasado al olvido. Ha sido un simple error del sistema alegan los pro caucheros. Diferentes intelectuales en ese momento omitieron e ignoraron lo que sucedía en la selva (¿esa omisión negligente alcanza también a José Carlos Mariátegui? Lo dejamos ahí como pregunta). Cada uno carga con su mochila de emociones, los y las amazónicas cargamos con lo que sucedió en el Putumayo. Pero hay que recordar.