Escribe: Percy Vílchez

Que un ciudadano quede prisionero de un montón de basura es noticia digna de lugares donde los desperdicios han sentado sus reales. En Iquitos nadie se sorprendería si un sujeto, por descuido o inercia, queda atrapado en cualquiera de las montañas de basura que abundan en la ciudad oriental. La basura de todos los días y segundos es dominante y cualquier cosa puede suceder. Lo que si nos sorprende es que en la adelantada ciudad de Barcelona, cuna de grandes transformaciones urbanísticas, centro de innovaciones culturales, un morador quedó atrapado entre los desperdicios de un bloque de edificios.


La noticia es escueta y no dice cómo ese caballero cayó en la celada cotidiana de la basura acumulada, de los desperdicios de siempre, como si el servicio de limpieza edil hubiera fracasado como en tantas partes del Perú. Lo cierto es que el referido, que desde tiempos de la pandemia no salía de su casa y se defendía haciendo teletrabajo, se enredó en el laberinto de la basura y no pudo salir ni a la esquina. Para que los desperdicios se acumulen es pertinente que no pasen los recogedores. Y parece que eso ocurrió en Barcelona. Los desperdicios fueron acumulándose inocentemente, perjudicando a un vecino que de pronto se sintió aplastado por la basura circundante.


El asunto es en serio. El bochorno basurero requirió de la presencia del cuerpo de bomberos. Un vecino por fortuna se percató de la situación del ciudadano y llamó atinadamente a esos servidores públicos. La víctima estaba hasta las patas, pues andaba atorado en los límites de un contenedor sin comer ni beber. Es decir, su situación era de alto riesgo. Se ignora como fue que acabó prisionero en ese recipiente de basura, cómo fue que se dejó atrapar y cómo fue que no pudo salir. La cosa no fue tan simple, pues los bomberos necesitaron de 7 horas para rescatar al ciudadano del basural donde estaba atrapado.


La noticia puede parecer ridícula, suponiendo que Barcelona es una ciudad moderna que ha solucionado sus principales problemas. Pero no. Pero la basura también puede convertirse en un inconveniente como si se tratara de una ciudad del quinto mundo. Ese morador atrapado en el basurero, esperando por ayuda, rogando ser rescatado, revela que cualquier lugar puede ser invadido por anteriores y antiguas deficiencias. El progreso entonces es la disminución de ciertas calamidades. No la desaparición definitiva de algunos males. El resto de mortales, como nosotros que seguimos padeciendo el subdesarrollo, seguimos atrapados hasta el cuello por la basura circundante. Desde que nos despertamos hasta que nos volvemos a dormir, no dejamos de vivir asediados por los desperdicios. Vivimos en medio de la basura de siempre y nadie nos rescata ni nos envía un salvavidas.