ASALTO EN VELORIO 

En vez de acompañar en el dolor máximo a los deudos, de filosofar sobre la brevedad de la vida, de tomar el café más amargo que ayer, de esperar el caldo de gallo o gallina, de jugar naipes sin marcar las cartas, seis sujetos sin entrañas ni capacidad innata para ser ladrones bien puestos, se chumaron 500 soles de un velorio modesto, humilde. El dinero había sido juntado para el entierro de la señora Celia Cachique Panaifo y desapareció de repente gracias a las habilidades manuales de esos choros fúnebres, muertísimos y amantes del sepulcro. Semejantes monstruos, que no respetan ni a la fatal parca, que no temen al tunchi, que no permiten que los difuntos recojan tranquilamente sus pasos, aparecieron en la cuadra tres de la calle Gálvez con los rostros compungidos, secándose los rostros con pañuelos y se mostraron solidarios con los deudos. Todo era farsa y en un descuido, con el botín robado, pusieron los pies en polvorosa.

En los anales del asalto de estas purmas es cierto que no se escapa ni la poderosa muerte. Incursiones en tumbas para robar flores o dientes de oro, tráfico de cadáveres, venta de cráneos y huesos, fumonerías en cementerios, pueblan ese bestiario. Pero que unos cacos se atrevan a robar en un velorio de pobres nos parece una maldad terrible. Ello implica que el vigoroso gremio de ladrones ha perdido la decencia elemental, el respeto por los que menos tienen. Y un fallecido no tiene nada. Ni siquiera el consuelo de denunciar la interrupción de su velorio.

La inseguridad urbana es tan galopante en esta ciudad que el robo en el velorio ocurrió en el local del partido del malogrado motor del subdesarrollo. El alcalde de Belén, señor Hermógenes Flores, es inocente. No tiene la culpa de nada. Tampoco de haber regalado hace poco un ataúd de tablas podridas a un deudo de modestos recursos. El asalto al velorio es grave. Cambia las costumbres del último adiós. Ni muriendo estamos libres de los rapaces, de los pirañas. El cuerpo presente puede ser asaltado de improviso. Ni morir de amor es garantía de respeto de parte de los cacos de porquería. De aquí en adelante los velorios tendrán que hacerse custodiados por guachimanes, serenos, policías, miembros del ejército, la marina, la aviación. Más espías internacionales y cámaras ocultas.

 

2 COMENTARIOS

  1. Valoro este comentario. Su prosa es sencilla, sarcástica, atrapadora. Tiene un realismo intenso, natural de las cosas lamentables que suceden en nuestro Iquitos. De otra lado, las autoridades deben actuar con más firmeza frente este tipo de hechos por demás inéditas.

  2. Ese comentario acerca del ataud donado está demás………Parecen unos Subnormales…..pedazo de tarados.

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