El Estadio Umacollo, que usualmente acoge eventos deportivos, se transformó en una pista de baile, escenario sinfónico y plaza de encuentro generacional. La noche del jueves, sería la apertura de los estelares anunciados para el festival de la Fiesta de la Música. Entonces, Arequipa se entregó sin reservas a la música, esa que convoca sin importar idioma, edad o clase social.

Las luces bajaron y las quejas comenzaron a subir. Eran las 7:30 p.m. y Mauricio Mesones aún no salía al escenario. El público, que había llegado temprano, murmuraba en medio de aplausos institucionales, discursos largos y protocolares. La Fiesta de la Música había arrancado, pero el ritmo aún no despertaba.

Entonces, la Orquesta Sinfónica de Arequipa, dirigida por Fernando Valcárcel, se hizo dueña del silencio. Con temas andinos que incluyeron una marinera amazónica y la famosa parihuana, calmaron la impaciencia y acariciaron los oídos. El retraso, al menos por unos minutos, se volvió tolerable.

Cuando los chelos y las flautas viraron hacia “Ya se ha muerto mi abuelo”, apareció él: Mauricio Mesones. Con su traje negro y bailando, hizo temblar el piso y gritar al público. “¡Buenas noches, Arequipa!”, saludó. El estadio respondió bailando, como si la espera no hubiese existido.

ArequipaMauricio Mesones. Fotografía: Cielo Gallegos.

La cumbia sinfónica no era un invento nuevo, pero sí un riesgo. Mesones lo había probado antes en Lima, pero hacerlo en Arequipa y en vivo con la sinfónica local era otro cantar. Y cantó. El resultado fue tropical, elegante y con sabor a experimento exitoso. Cuando se anunció la combinación en redes, muchos rechazaron la propuesta, pero a la hora de darse el resultado fue mejor de lo esperado.

“La cumbia del amor” y “Cariñito” fueron los puntos más altos. El público, entregado, pedía más. Pero no hubo bis. Apenas una hora después, la música calló. La orquesta cerró con “El cóndor pasa”, ya sin Mesones. Un gran momento, sí. Pero con sabor a poco.

La noche siguiente se anticipaba más potente. Viernes 20: la gran cita con Los Mirlos. Desde las 4 p.m., el estadio ya se llenaba. Familias, parejas, adolescentes y adultos mayores buscaban espacio. Todos querían asegurarse un lugar para ver a la leyenda amazónica que llegaba de conquistar escenarios internacionales.

Frieda fue la primera sorpresa. Francesa, desconocida para muchos, pero con presencia escénica hipnótica. Su propuesta experimental y visual descolocó, pero también conquistó. Su primera presentación en Sudamérica hacía que el público arequipeño la recibiera como si la conocieran. El idioma no importó: el ritmo bastó para encender los cuerpos.

Frieda. Fotografía tomada por Cielo Gallegos.

Luego llegó 380. Arequipeños, ruidosos, enérgicos. Tras conquistar el escenario de Vivo X El Rock, el año pasado, con su punk melódico, desataron el frenesí. “¡Con cuidado, por favor!”, pedían los de seguridad. Pero era inútil: la juventud estaba desatada. Aun quienes venían solo por la cumbia, se dejaron contagiar entre risas por recordar a esa juventud que se deja llevar.

Bando 380. Fotografía tomada por Cielo Gallegos.

La Mente siguió la ruta. Solo hay una palabra para describir su esencia: Electropical. Desde Lima, y a casi 20 años de su creación, presentaron un nuevo tema burlándose de quienes los encasillan como “solo reggae”. El público los entendió. Y bailó. La conexión entre los vocalistas fue precisa. El escenario ardía.

La Mente. Fotografía tomada por Cielo Gallegos.

Pero el reloj también avanzaba. Pasaban las 9 p.m. y Los Mirlos no aparecían. La impaciencia se sentía. Sobre todo de quienes estuvieron en primera fila desde antes. Otros pedían agua. Mientras, los conductores llenaban el espacio con dinámicas. Por detrás, los técnicos apresuraban el paso desmontando y montando. Por alguna razón este proceso se sintió más largo que los anteriores.

Recién a las 9:45 p.m. aparecieron. Jorge Rodríguez, voz legendaria, pidió disculpas con una sonrisa. El estadio explotó. No importaban los 45 minutos de retraso. La espera valió cada segundo.

Los Mirlos. Fotografía tomada por Cielo Gallegos.

Hubo problemas técnicos, sí. Micrófonos que fallaban, monitores que no respondían. Rodríguez reaccionaba en vivo ante un instrumento apagado que le impedía ingresar al momento. Pero el ritmo no se detuvo. “Eres mentirosa”, “Anaconda”, “Cumbia de los pajaritos” retumbaron con la fuerza de décadas de historia musical.

Hubo pastel y ovación por el cumpleaños del vocalista. Arequipa cantó al unísono. Los Mirlos, recién llegados de Coachella, se reencontraban con su público más fiel. El cierre, cerca de la medianoche, fue apoteósico.

Se pueden criticar los retrasos, los errores técnicos, la falta de coordinación. Pero sería injusto negar lo evidente: la edición 2025 de la Fiesta de la Música en Arequipa cumplió. La variedad y la propuesta musical le hizo justicia al nombre, porque entretener a grandes y chicos por igual con distintos tipos de experiencia era complicado. Más de 100 artistas, seis escenarios y cinco estelares que elevaron la valla.

Ahora queda el desafío. ¿Podrá el festival superarse en 2026? ¿Quién tomará el relevo de Florian Ebri, director de la Alianza Francesa, y artífice del crecimiento del evento? Las preguntas quedan. La música, también. Porque Arequipa ya lo decidió: esta fiesta llegó para quedarse.

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