La ciudad de Arequipa esta próxima a conmemorar los 25 años de su declaratoria como Patrimonio de la Humanidad. Con ese motivo, a través del Congreso Internacional “Valoración, planificación y gestión de los centros históricos: presente y futuro global” se estableció un espacio que convocó a especialistas de diversas disciplinas en torno al tema.
Tópicos como la necesidad de reformular la gestión urbana, fortalecer la identidad cultural y asegurar la sostenibilidad económica sin sacrificar la habitabilidad de la zona fundacional fueron parte de la discusión en la búsqueda por un futuro que sirva, ante todo, a la población arequipeña.
Priorizando al habitante y la gestión territorial en Arequipa
Un eje central de las discusiones en el congreso fue la crítica al desplazamiento del ciudadano como principal beneficiario del centro histórico de Arequipa. Los expertos coincidieron en que el bienestar de la población residente es el motor más eficaz para la conservación, un enfoque que se refleja en la estrategia actual de planificación urbana. Esta visión busca que el centro histórico sea primero atractivo y seguro para el habitante y, por consecuencia, lo será para el visitante.
Los especialistas hicieron un llamado a democratizar el acceso al patrimonio, contrastando con visiones pasadas, que resultaban elitistas y excluyentes. En este sentido, se enfatizó que el patrimonio no debe concebirse únicamente en función de los réditos económicos que benefician a unos pocos, sino en el valor social que ofrece a la colectividad.
El arquitecto Ramiro Damiani, gerente del Centro Histórico, señaló con preocupación que el «actor principal» que a veces se pone a un lado es «la persona, que somos nosotros, que somos los que habitamos, los que vivimos día a día».
Plaqueo en Centro Histórico de Arequipa.
Gestión, normativa y la necesaria gobernanza
La habitabilidad en el centro de Arequipa está fuertemente ligada a la gestión urbana y la calidad de sus normativas. Factores como la contaminación, el ruido y la falta de equipamientos para la recreación son los principales impulsores del despoblamiento. Los especialistas fueron enfáticos en que la conservación requiere una autoridad que posea una óptima capacidad de gestión para aplicar un régimen especial que revierta esta tendencia de deterioro.
La discusión sobre la normativa también incluyó una advertencia sobre los efectos de leyes nacionales que, al buscar acelerar la inversión privada, comprometen la seguridad. Se alertó que esta celeridad puede provocar que un alto porcentaje de negocios en el centro no cumpla con las normas básicas de seguridad. La solución propuesta se centra en la gobernanza colectiva, donde la ciudadanía debe tomar un rol activo en la creación y vigilancia de las normas para asegurar un control social efectivo.
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La visión territorial de Arequipa y el reto de la campiña
Las discusiones subrayaron que la conservación no puede limitarse al damero fundacional, sino que debe adoptar una perspectiva territorial amplia. Esta visión reconoce que Arequipa es simultáneamente urbano y rural, siendo crucial proteger el paisaje cultural que abarca la campiña, las andenerías y los pueblos tradicionales adyacentes al área central.
Un punto crítico fue la desaparición progresiva de las zonas de amortiguación. Aunque el centro de la ciudad sigue siendo un espacio vivo, se resaltó que los barrios del siglo XX como Vallecito o Cuarto Centenario, no están protegidos por normativas especiales, lo que amenaza su continuidad. Además, se sumó la alarma por el despoblamiento de las zonas rurales y el descuido de la zona agrícola.

Reutilización, movilidad y uso mixto
Para revitalizar el centro de Arequipa y combatir el despoblamiento, los expertos hablaron de promover la renovación urbana y el uso mixto de las edificaciones con el fin de garantizar «la utilidad y el dinamismo». Se abogó por la superposición de diferentes actividades (vivienda, comercio, oficinas) para asegurar la supervivencia de las estructuras patrimoniales, ya que el patrimonio que se deshabita, simplemente desaparece.
En cuanto a la movilidad, se destacó la necesidad imperante de liberar al centro del tráfico vehicular. Una de las principales propuestas fue resolver la movilidad urbana para que el peatón recupere un espacio que originalmente no fue diseñado para el automóvil. Para que la vivienda regrese al centro, es fundamental retirar el tráfico y buscar nuevas conexiones para cruzar el río. Sobre esta base de usos y renovación, el arquitecto Luis Calatayud recordó la importancia de contar con fndos que permitan estas acciones. Pidió recordar que el «patrimonio necesita dinero. Es importantísimo que entendamos que no podemos preservar una ciudad patrimonial sin dinero».
Así, la conservación patrimonial de Arequipa se apoya principalmente en una alta identidad cultural, que los académicos buscan canalizar a través de la formación de ciudadanía. Se hizo un llamado a la academia para formar ciudadanos que puedan apropiarse del espacio, entendiendo la cultura como un proceso en conflicto y construcción, no como algo estático. El futuro de la Ciudad Blanca dependerá de la capacidad de sus gestores y ciudadanos para transformar estos debates académicos en políticas públicas que aseguren una ciudad compacta, inclusiva y capaz de mantener su esencia a través de la renovación activa y el compromiso colectivo.
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