No es novedad, al menos a mí ya no me sorprende el criterio que empuja a las autoridades a celebrar los aniversarios y festividades patronales. Dejar en manos de los privados la programación y actividades al cien por ciento. Esa es la fórmula comodona e interesada de los alcaldes de los distritos y provincias.
Por eso es que se ve los adefesios en que se convierten los aniversarios y fiestas patronales. Y es que para los empresarios no se trata de algo trascendental e identificativo de un pueblo. Ellos lo ven y sienten como un negocio. Como la oportunidad de levantarse buena publicidad y, por sobre todo, dinero. Lo que para ti es tradicional para el auspiciador o sponsor es ocasional.
Por eso no le importa nada si sus actos son tremendamente atentatorios contra las buenas formas y costumbres. Su rollo, ya lo dijimos, es otra cosa. Su motivación es el dinero. Es ganar económicamente.
O me van a decir que lo de las enormes botellas de cervezas inflables. Ese inmenso arco también inflable. Banners. Etc., son más grandes, notorios y llamativos, que los logos, nombre de la institución y de la festividad por las puras caiguas. No pues. ¡Money! ¡Business son business!
Además, estos auspiciadores y “dueños” de la celebración imponen programaciones y artistas. Son ellos los que deciden quien o quienes se presentan en la noche estelar.
Una feria cultural es para ellos un mercadillo. El santo patrono es relegado por las chupangas y tremendos bailongos. El aniversario de la ciudad se convierte en una vergüenza. La plaza principal es más caótica, desordenada y tugurizada que el mercado Modelo o de Belén.
Los 155 años de Iquitos celebramos el sábado 5 en medio de una improvisada, vergonzosa y huachafa feria que se montó en plena plaza de Armas. Un cumpleaños de la ciudad capital que tuvo el sello distintivo del alcalde Sanjurjo. Quien durante 8 años de gestión en el distrito de San Juan remodeló la plaza Quiñones -mal llamada plaza roja- para transformar la fiesta sanjuanina en un culto a la simplonada culturista.
Iquitos, San Juan, Punchana, han sufrido esas celebraciones tremendamente alejadas de lo tradicional. Dónde los concursitos y grupos musicales bullangueros han sido lo más saltante.
Aquí no se trata de estar a favor o en contra de estas actividades o celebraciones, dependiendo del cristal con que se mira. No debe reducirse a lo politiquero. Lo que motiva esta crítica es tan solo la falta de respeto a las tradiciones y cultura de nuestra tierra. Por eso el jalón de oreja va para cada uno de los ciudadanos que a lo largo de los años hemos visto pacientemente y además aceptado que se nos imponga la conveniencia empresarial en lugar de lo cultural.
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