Animal de lenguaje: una tonada contra los fantasmas del pasado

Algo pasará hoy. Editorial Tierra Nueva presenta hoy viernes Animal de lenguaje, el más reciente libro de Carlos Reyes Ramírez. Algo que creo es muy importante, al menos para quienes forman parte de la comunidad cultural amazónica.

Pensaba hacer una amplia reseña sobre las virtudes y la trayectoria del poeta, sobre su innegable talento y sobre la importancia de sus anteriores libros (uno de ellos, Mirada del Búho, ganador del Premio Copé de Poesía). En cambio, he decidido que sea el propio Reyes, a través de sus poemas, el que hable. El que levante la voz y ataque directamente con furia y pasión a todos quienes hemos abierto el libro.

Porque, algo ha pasado. Después de leer Animal de lenguaje, uno puede estar seguro que ha logrado encontrar una obra mayor. Sólida. Impactante. Vehemente. Tierna y encendida, decidida a cambiar el mundo pero enfocada en lograr una confesión interior. Cotidiana, pero conectada con lo universal. Amazónica, pero al fin y al cabo humana.

La palabra poética de Reyes había callado por largo tiempo. Ahora sabíamos que se estaba escondiendo, preparando con sutileza, con sabiduría, casi con oficio de filigrana, los versos que conforman esta suerte de antología de todos los temas que han afirmado en algún momento su obra.

¿Qué es un animal de lenguaje? ¿En qué momento se convirtió el verso en feroz? ¿En qué momento abandonó la calma y fue instinto, energía pura? Reyes lo responde en el poema de nombre homónimo:

Animal que destroza las puertas en el rostro de los mandones de la ciudad.

Desbocado camina y rompe las cuerdas que atan sus patas y sus brazos

extendidos.

Cabalga por las calles ardientes desconociendo los letreros, los semáforos,

las luces de la ciudad que impiden ver el tremor de las estrellas

Hay remembranzas de este libro que aluden a Mirada del Búho, ciertamente, especialmente en las reminiscencias de tiempos pasados/remotos y en el desarrollo de una épica de lo cotidiano. Hay la búsqueda del reencuentro con la selva, con el desarrollo común y silvestre del hombre amazónico.

Cuando uno lee, por ejemplo, poemas como Nada soy sin la naturaleza contrasta el verso cabalgante y la palabra desbocada con el testimonio doliente y esperanzado de quien ha caminado por espacios repletos de exuberancia y también soledad:

La naturaleza me hará sabio y estudioso de la pesada carga del adeene, cronista

de sucesos en torno a pálidas efigies.

La natura me despertará con la emoción del astro errante de la madrugada.

Las estrellas iluminarán la naturaleza, roja estrella como el corazón agazapado

en la quebrada.

Hay en el empeño de Reyes algo de cruzado por recordarnos tiempos muertos. Por ir planteando reflexiones, a modo de armas que se gatillan con nostalgia y evocación. Hay una particular aflicción por el destino de la cultura, por las vicisitudes del oficio creativo (por la vocación de escritor, en particular), por la pérdida constante de la memoria colectiva y, claro está, por las injusticias sociales que se manifiestan constantemente.

Si hay un poema donde se pone de manifiesto todo lo manifestado en el párrafo anterior es Para hablar del río Amazonas:

Ese río tiene borrones en la memoria, pero no olvida los genocidios por la

trémula leche del árbol.

Ese río tiene sueños postergados, pues ha vigilado las orillas por siglos y siglos.

Ese río nos pertenece aunque lo hayan trocado los gobernantes.

Ese río está salado por la incuria de unos cuantos señores que sermonean desde

la comodidad de sus recintos.

Ese río.

La rebeldía y el ojo crítico sobre los errores del sistema de vida del mundo dan paso, sin embargo, a la necesaria madurez cronológica y la mirada de los recuerdos personales y familiares. La conciencia del yo poético suma esfuerzos en sacar dentro de sí un testimonio subjetivo, pero al mismo tiempo lo contamina con referencias sobre la familia, el trabajo, los dilemas de la prole y la paternidad, cercanas a todos y, por lo tanto, tan complejas:

El niño o niña debe traer un plato arco-iris, una cuchara de palo y un pocillo de

barro curativo.

Debe traer entre sus ropas el viento fresco de la ilusión y la sentimental mañana

del primer día de clases.

(Aviso azul en la puerta del colegio)

En la estructura del libro de Reyes, donde los temas se engarzan a través de incesantes y diversos canales emocionales/discursivos, evidentemente hay música, hay un lenguaje que pugna por la melodía, que se apropia de referentes culturales, de lo que nos es cercano, y vuelven al papel convertidos en estampas vitales. El poema Una historia de amor que gira en el tiempo, inspirado en la película Moulin Rouge, es un ejemplo:

Esta es una historia de amor dominada por el destino. Lo sabía.

¿Es que hay algo más tronado, circular y retornante que el amor?

Esta es una historia de un mal venido amor. Lo sabía.

Ella muere a pedazos vomitando calles, celebraciones y music hall.

Ella revienta pulmones y estómago con las drogas del siglo.

Es, sin embargo, en el conjuro de los caídos, de los seres amados, de los fantasmas que antes fueron objetos de afecto, donde explota el discurso y se convierte en lírica pura, en canto quebrado, en talismán para ahuyentar el dolor del pasado:

Mi madre silba una tonada para despertar a los fantasmas que habitan en el

cuarto de la abuela.

Habla de sus sueños: recuerda Cedro Isla, cuando el río era una líquida

columna y la escuela un cardumen de peces plateados.

Mi madre silba la tonada que conocemos desde antes. Ella silba para salir del

escondrijo en que vivimos.

(Mi madre silba una tonada en un planeta bocabajo)

Extraordinario libro Animal de Lenguaje; probablemente uno de los mejores poemarios amazónicos que se han escrito en mucho tiempo. Un recordatorio de que a todos nos llega la hora, y el tiempo puede ser cancerbero en la conciencia, pero también vehículo para la unidad, para la búsqueda, para la redención.