Amazonas, un río de agua, luz y magia

Imagine, lector, un gran espacio vital.

Amazonas. Río Amazonas. Amazonía. Selva. Floresta. Verde.

Casi dos tercios del territorio peruano. Casi 8 millones de km2 que se extienden en este continente. Una población de más de 30 millones de personas viviendo en su territorio. Más de 40 etnias, de más de una docena de familias lingüísticas conviviendo en ella.

Un río que genera y se desborda. Una fuente de agua que se transforma en creación y creatura. El espacio que mantiene el equilibrio ambiental del planeta. Flora, fauna, clima, suelo, humanidad. El espacio suficiente para dotar del agua y biodiversidad al mundo entero.

Desde que nace, allá en las alturas del nevado Mismi, hasta que desemboca en el océano Atlántico, el río Amazonas ha reflejado vaivenes, sueños y fracasos, crímenes y misticismo de las generaciones que la construyeron o moldearon. Desde la recreación del amplio paisaje, desde la humanización de los entes vivientes e inmateriales del bosque, desde el retrato ingenuo y febril de las aventuras de niños y grandes, desde la denuncia de las injusticias históricas, desde la contemplación o desde la injerencia de los problemas sociales o las nuevas vicisitudes del dilema urbano-rural, este río ha sido mudo testigo, silente protagonista.

“Ese río tiene sueños postergados, pues ha vigilado las orillas por siglos y siglos”, escribe el poeta peruano Carlos Reyes.

Pero, la Amazonía, que es inmensa, respira vida por antonomasia. Y todo en ella es creación, explotando a veces en tu rostro. Una nación que se ha nutrido por centurias de conocimiento de las plantas, del ampiri, de la hoja de coca, de la ayahuasca; que se ha consolidado con
las memorias de todos los viajeros que han intentado acceder a entender sus consideraciones y su temperamento.

Esa Nación perdida en el conocimiento del mundo, vital en su tradición oral, territorio de las aventuras de Julio Verne con La Jangada (1881), de los apuntes que detallan los dilemas y costumbres regionales (Gaspar de Carvajal a mediados del XVI, Jenaro Herrera a principios del XX, Carlos Germán Amézaga y su poema Canto al Amazonas, de 1890). De Sangama, de Arturo Hernández, un ambicioso intento de novela totalizadora que presenta a la Amazonía al mundo y viceversa.

El país imaginario y real del poeta y narrador Germán Lequerica y de su imprescindible poemario La Búsqueda del Alba (1957). La tierra espiritual de César Calvo Soriano, quien en 1981 concibió Las tres mitades de Ino Moxo, probablemente el libro más importante sobre la magia y el espíritu amazónico; grandilocuente, extraño, poderoso, apasionado, poético, narrativo en extremo, místico, cotidiano, voraz, inabarcable, novela-río.

El país donde, de cara al Malecón de Iquitos, César Calvo de Araujo concibió los murales más importantes de la historia de aquella fascinante como misteriosa ciudad.

La Nación que alguna vez recorrió maravillado, al borde de su barco Calypso, el explorador y oceanógrafo francés Jacques Costeau. El río que cruzó, en un rapto de demencia maravillosa, el esloveno Martin Strel, luego de 66 días de penurias, insolación y hambre.

El río de la desolación, como lo llamó el cronista Javier Reverte en un libro que narró su lastimoso viaje, aquejado por la malaria.

Ese río de la inspiración, sobre todo. Agua que es vida y es cultura.

Esta Nación es la escuela de arte bora-huitoto de Pucaurquillo. Es Pablo Amaringo y sus viajes siderales a través del pincel. Son Víctor Churay, Rember Yahuarcani y Brus Rubio. Es la mirada del búho y las visiones de Ana Varela. Son las figuras urbanas consolidadas de Christian Bendayán y Gino Ceccarelli. Es la arquitectura viviente que evoca pasados fastuosos. Son los recuerdos shipibos, awajún, machiguenga, asháninkas. Es el cine de Armando Robles Godoy. Es el
recuerdo de todos los cuentos que hablaban de un gran río serpenteando alrededor, como una yacumama descomunal. La Muralla Verde.

Una lucha contra la depredación, contra el hambre, contra el abandono. Contra el caos y el olvido.

Es cierto que los Estados oficiales no han priorizado el devenir de la Amazonía. Es tiempo de plantear una decidida estrategia de inclusión en las agendas de los tomadores de decisiones políticas y sociales. No dudemos: gran parte de las respuestas a las grandes interrogantes de
nuestro mundo están en la sabiduría de estas discretas y milenarias culturas, escondidas tras el fragor del combate diario entre paisaje y humanidad.

“¿Qué mar es este dentro de este verde mar que rodea mis espaldas?” pregunta Doris Moromisato en el poema Amazonas. No solo es exuberancia e inmensidad, como se ve, sino también belleza, palabra verde e intensa  de cara al sol.

Un río de luz y de magia.