ALGO ES ALGO
El robusto pozo de Trompeteros reventó hace más de 4 décadas, en medio de poemas, canciones y otras manifestaciones de jolgorio y joropo popular. Parecía que venía el tiempo de la ventura, la era del progreso, gracias a ese don de las entrañas forestales. Tanto alboroto para nada, se podría decir hoy, mientras revientan sentidas reivindicaciones de pueblos o aldeas afectadas por la extracción de ese recurso. Mientras otras se llevaban la parte del león o del tigre, las víctimas de siempre, los que menos tienen, sufrían lo suyo. Durante años esos hombres y mujeres arrojaron sus protestas al viento fugaz contra la contaminación ambiental que les afectaba directamente. Pero nadie les hizo caso. Se hacía el simulacro de que se les atendería y todo quedaba en nada. Hoy las cosas han cambiado debido a la presión que ejercen y no a otra cosa.
El ministerio del ambiente ha tenido que declarar en emergencia al río Corrientes. Todo ello debido al informe de una comisión que verificó las denuncias en el lugar o los lugares correspondientes. La zona afectada involucra a 11 comunidades nativas y sus habitantes. Se aprobó también un plan de acción para atender la emergencia ambiental. Nos parece bien esa medida del presente gobierno. Pero nos parece insuficiente. Esa emergencia no puede durar solo 90 días. Se requieren más días para realizar una labor óptima. No pueden ser solo esas 11 aldeas las víctimas de la explotación del oro negro. Tiene que haber otros lugares que requieren de atención, de cuidado.
El río Corrientes, por otra parte, no está aislado en la hoya selvática. Está relacionado con otros ríos, con el Tigre, por ejemplo, y es necesario tomar medidas globales que involucren a varios ríos. Pero algo es algo, lo cual quiere decir que se trata de un buen primer paso en esta historia de abandono de parte del Estado a los habitantes de las zonas rurales, de los indígenas.