Mario Vargas Llosa ha escrito en su “Piedra de Toque” algo alucinante e imitable que podría hacerse en Iquitos y que ojalá algún día se pueda disfrutar. La primera semana de julio el Nobel de Literatura peruano/español ha dicho que “Las ciudades italianas, incluso las más pequeñas, chisporrotean en el verano con actividades culturales: ferias del libro, festivales de música o de cine, conciertos, recitales, mesas redondas, conferencias, exposiciones, que atraen masas de espectadores de toda clase y condición. Es un espectáculo que, como decía una publicidad del pisco Vargas en el Perú de mi infancia, “alegra el espíritu y levanta el corazón”.
Sentado con Mónica a la espera de unos amigos que nunca llegan, platicamos con un belga/peruano en una de las veredas del Malecón Tarapacá de Iquitos y lamentamos que nadie tenga la iniciativa de darle un uso turístico/comercial a esa zona de la ciudad que, cuadra tras cuadra, se muestra abandonada, en penumbra y es un verdadero muladar. Les cuento sobre el artículo del autor de “La ciudad y los perros” y un poco excitado por la idea de ser un poco de aquellas ciudades italianas llego a casa y busco el artículo y encuentro un complemento en este párrafo:
“Paso un par de días en Bolonia, con motivo de las actividades organizadas por el diario La Repubblica, y tengo un diálogo de una hora con su director, Mario Calabresi, ante el frontispicio de una iglesia románica del siglo XIII, en la plaza de Santo Stefano convertida en auditorio, que está rodeada de bares, cafés y restaurantes donde, mientras hablamos de literatura y política, un público en el que abundan los jóvenes toma cerveza y nos escucha, en apariencia muy atento. Es estimulante y grato estar en ese bello lugar, donde parece que reinan la cultura, la convivencia y la paz”. ¿Podremos organizar algo parecido en “la tierra del Dios del amor”? ¿Seremos capaces de convertir en provechoso un lugar que se desperdicia por los proyectos olvidados y las promesas interminables? Mi respuesta es que no. Mil veces no. Pero, está prohibido desanimarse. Y vuelvo a la lectura, con menos excitación ya y termino en este párrafo de quien fue capaz de escribir “Conversación en la Catedral”:
“Pero, después de la cena con el vino, la pasta y el tiramisú obligatorios, otra cara de Italia me tiene despierto muchas horas en mi cuarto de hotel, mientras leo Spingendo la notte più in là, el libro de Mario Calabresi que cuenta la historia de su familia y de otras víctimas del terrorismo”. Un director de diario que no sólo organiza veladas culturales sino que escribe historias maravillosas a partir de la experiencia familiar y, además, convoca a uno de los mejores escritores contemporáneos y es capaz de mantenerlo atento no sólo a lo que sucede en Bolonia sino en la trama de la novela que ha escrito. Lecturas y experiencias de este tipo alegra el espíritu y levanta el corazón, como decía la publicidad del pisco peruano que recuerda Mario Vargas Llosa.