A las 6  de la mañana de este miércoles se mató uno de los políticos más influyentes de la última parte de nuestra historia reciente, Alan García Pérez (1949 – 2019). La muerte de un político precedido de un disparo en la sien debido a un requerimiento de la justicia ha contrapuesto los mayores sentimientos nacionales, si estos se podrían medir de algún modo. En ambas direcciones, hay quienes señalan su pena y lamento aludiendo a una persecución política y hay de los otros que ante la muerte, incluso son implacables y advierten que merecido lo tenía.

En los últimos años había un consenso nacional en el pensamiento que Alan García era también uno de los políticos más corruptos de la historia nacional. Qué la justicia a lo largo del ejercicio de su poder estuvo comprada, tomada o asfixiada y que la impunidad para con él y sus allegados era parte de esa carencia nacional propia de una historia corrupta. Durante años también los jóvenes, que antes fueron cautivados en las plazas y que le sirvió para ser electo por segunda vez, ahora se enteraban en detalle y agrandados por efectos de la globalización, las tropelías de sus mandatos.

Esta sensación, en alguien que se nutría de la gente y de sus emociones y pensamientos para leerlos, interpretarlos y potenciarlos en su discurso que tanto enamoró a varias generaciones, seguramente fue vital para su depresión. Haberlo tildado de ladrón en casi todos los espacios públicos y resarcirse poniéndose en el hombro a su partido político fue un mérito innegable que también pasará a la historia. Pero hay que decirlo también, hay mucho de honor en este procedimiento letal que a la larga sumará en la existencia de su grupo político. ¿Ha muerto Alan García para resucitarlos? La historia lo evaluará.

Si algo se reclama a los políticos es que paguen por sus fechorías. Incluso se plantea la pena de muerte para violadores y funcionarios o políticos que roban el erario nacional, si este es el fin de la justicia Alan García les ahorró todo el procedimiento tras una decisión personal, pero valiente.  En esa escena que se potencia por redes sociales, sin mezquindades, hay honor político, así nos desgastemos en interpretaciones psicológicas y legales, más aún en alguien con una cultura elevada y por encima del promedio de sus pares a nivel nacional e internacional. ¿Manipulación? Tal vez, pero la duda siempre beneficiará al reo de sus miedos.

Todos los muertos son buenos y en esa perspectiva seguramente sus partidarios sabrán capitalizar estos hechos funestos para resarcirse orgánicamente y, aunque suene lejano e irreal, querrán magnificarlo a la altura de Haya de La Torre. Pasados los momentos fúnebres y de respeto y por encima de cualquier miramiento o pedido antojadizo y oportuno de los políticos investigados por la justicia, las demandas de conocer toda la verdad sobre la corrupción no deben parar. Y si respetan la memoria de Alan García, la verdad, así duela y traiga consecuencias mortales debe conocerse hasta el final.

hectortintayaferia@gmail.com