El otro día por una necesidad de llegar a tiempo a una reunión cogí un taxi, casi era hora punta. Se veía atascos muy cerca de donde tomamos el taxi. Vaya día lo que nos espera, me dije para mí mismo con cierto fastidio por mi premura de llegar a tiempo. El taxista era muy joven, puso el GPS, nos sugirió la ruta, pero enseguida, la cambió ignorando al GPS y, realmente, fue más efectiva. Como íbamos en dirección contraria al alud de coches sufriríamos menos atolladeros de tráfico, fue su respuesta contundente a nuestra inquietud y no discutimos más. El taxista iba con la radio encendida, era una tertulia de un conocido periodista distinguido por sus salidas de tono que enerva a cierto sector político y solivianta a sus adeptos; son los tiempos del fanatismo los que marcan la pauta. Comentaban la noticia política del día que era el tema de las negociaciones para formar gobierno en España – en verdad, estoy muy escaldado de la política necia, la lección política que están dando la clase política es de suspenso. Dijeron dos o tres comentarios, muy superficiales y callaron. La pausa la emplearon para la publicidad. Pero luego volvieron muy risueños, eran casi las ocho de la mañana. La sección del radioperiódico en ese momento era la de leer y comentar los tuits de políticos y políticas afines a su cuerda. Se reían, ironizaban. Disfrutaban intoxicando el ambiente con sus apostillas. Estaba sorprendido del “facilismo” que ha ganado al oficio periodístico. No se busca la noticia, ni se investiga nada. Los comentarios reglados en las redes sociales han pasado a ser noticia, es una pobreza supina. Las apostillas en las redes sociales, marcados con un determinado número de palabras, no dan para desarrollar una idea ni sustentarla, en todo caso, esos mensajes telegráficos son los que alientan o desalientan a la audiencia- alguien la llamó a los que ejercen este oficio que son una panda de ignorantes. Es el nuevo periodismo que campea libremente en las calles y en nombre de la libertad de expresión.
