ADIÓS A LAS FRUTAS
El sagrado nombre de San Pedro, el sujeto que según dicen los que saben mucho de esas cosas tiene las llaves y los candados del más allá, ha sido manchado por el emprendedor negocio de la droga. El nombre del santo, que negó a Cristo hasta tres veces, le pusieron a un bote de madera que los productores y exportadores de semejante alimento del vicio utilizaron para trasladar 88 kilos de buena factura a la frontera. Los gajes del oficio hicieron que el encargo no llegara a su destino. Pero el buen San Pedro, con o sin llaves, puede lavarse las manos y quedar limpio de polvo. Lo que no se puede limpiar fácilmente es esa obsesión de los delincuentes por utilizar otros medios, medios vegetales, para extender sus nefandos negocios. Ayer los capos usaron las modestas cebollas para camuflar sus paquetes letales. En el presente, no vacilan en utilizar las frutas regionales para esconder el producto blanqueado.
El uso de vegetales parece una simple anécdota de la habilidad de los albos pervertidos. Pero nos parece que es más que eso. Es la capacidad de corroer todo lo que tiene de grave y brutal el narcotráfico. A cada rato estallan en este país noticias sobre vínculos o hechos marcados por esa droga. Es posible decir que pocos se escapan de andar conectados de una u otra manera a esa floreciente industria ilegal. No parecen los tiempos de Tocache y otros lugares como emporios célebres por despilfarros y asesinatos. Tampoco aparecen nombres famosos como los vaticanos, moscas locas y otros próceres del mal. Pero ese turbio negocio no ha dejado de afectarnos. A todo nivel.
De manera que ya no podremos consumir inocentemente las frutas locales. Porque podemos masticar de repente un paquete comprimido y camuflado en un mamey, un aguaje, un parinari. ¿Hasta qué extremo de profanación llegarán los líderes blanquistas?