Adiós a Brasil
Cuando se termine este 2012, los peruanos (as) habrán alcanzado por lo menos una victoria contundente, arrasadora y letal. Los peloteros relajados, intermitentes y nada corajudos, no irán una vez más al mundial del fútbol, pero los incaicos (as) se habrán mamado un millón de hectólitros de cerveza. La marca será superior a lo zampado y chupado en el 2011, demostrando que se puede superar la propia medida, la cifra del pasado, la performance anterior. Si los fantasmales peloteros de ahora, no fantásticos, imitaran a esas poderosos gargantas que liquidan botellas y botellas en 365 días con sus noches y sus amanecidas, hace tiempo que hubiéramos campeonado en algún mundialito playero y sus correspondientes cervezas al final.
En cualquier parte del mundo y de la humana historia, el hecho de aumentar el consumo, de incrementar la capacidad de compra, indica prosperidad indiscutible, impulso boyante, aumento de ingresos. Eso quiere decir que los peruanos y peruanas con ese millón de hectólitros en este 2012 han avanzado bastante, han superado la marca anterior y merecen ir al mundial de las cervezas si hubiera ese certamen bebedor. Pero no existe todavía eso. Solo hay los mundiales de la pelota donde no estamos ni como invitados desde hacer por la menos una eternidad. Para no llorar otra vez podríamos gestionar ante los otros la inauguración de un cuadrangular cuyo trofeo sea una caja de espumeantes y relajantes cervezas.
No nos engañemos más, dejemos de hacer sumas estrambóticas sobre resultados que nunca se darán, para imaginar que llegaremos al mundial futbolero de Brasil. Mejor hagamos lo que sabemos hacer para seguir incrementado nuestro consumo de cerveza. Si el 2012 bebimos 13 millones de hectólitros, el 2013 bebamos el triple para olvidar esa frustración colectiva de no ir a un mundial pelotístico. Resignémonos a la cruda verdad. No somos un país pelotero. Somos una nación de cocineros, de cerveceros que cada año beben más y mejor.