Ayer se presentó de manera oficial el proyecto de ley 4637 de reforma constitucional que prohíbe la postulación de quien ejerce la presidencia y adelanta las elecciones generales al 2020. Con esta medida queda claro, en su quinta disposición, que las elecciones generales quedan establecidas en el tercer domingo del mes de abril. Es decir establece una fecha textual por si se había generado dudas la presentación del presidente Martín Vizcarra en su mensaje del 28 de julio.
Lo decimos porque del 28 hasta ayer se han tenido una serie de cuestionamientos como lo ha dicho su premier Salvador Del Solar de carácter procedimental. Es decir de forma y no de fondo. El tema obviamente estriba en la decisión que tiene el Congreso para aprobar esta medida y proceder con el referéndum en el mes de noviembre para que en la primera semana de diciembre, en palabras del ministro de justicia, se convoque a elecciones oficialmente.
No es casualidad que algunos congresistas quieran detenerse en observar la forma constitucional o no de proceder en cuanto a este adelanto de elecciones. Una decisión que descuadró a todos, incluso a la propia vicepresidenta quien ha mencionado estar en desacuerdo con esta medida.
Se va dilatar la decisión final con una serie de argumentos y debates que seguramente van a tener que ser advertidas a partir de la tercera semana de agosto, fecha en la que tienen que establecerse una posición concreta por parte de las bancadas. Obviamente la conformación y presidencias de algunas comisiones como la de Constitución van a ser vitales para ver el derrotero que va tomar este proyecto aplaudido por la población.
Y en este proceso la participación de los ciudadanos va a ser vital porque en su momento, dado el perfil de este Congreso, va tener que ser puesto sobre las cuerdas porque obviamente un gran sector de ellos no querrá irse fácilmente. A pesar que sus grupos políticos, dada la coyuntura y el apremio, van a participar de la campaña que ya arrancó, entienden que están tan deslegitimados y con pocas posibilidades de volver a tener representación, que se va traducir en poner trabas al mandato de Martín Vizcarra.
Lo cierto es que esta decisión en el tiempo tendrá el peso político y social que determinará el futuro del mandatario. Sin duda podrá ser definido como una medida populista y de agotamiento político, pero no cabe duda que la sintonía que puede generar en el futuro es tan potente que le augura un futuro promisorio, no sólo para el 202,5 sino para determinar a quién apadrina Vizcarra para el 2020.
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