[Escrito por: Gerald Rodríguez. N].
Después de más de un mes (6 de marzo) de haber cumplido 87 años, el jueves 17 de abril, denominado santo, dejó de existir la lengua más prodigiosa y rebelde del habla castellano, de la literatura latinoamericana y del mundo, pues Gabriel José de la Concordia García Márquez, o más conocido como Gabo, fue prisionero de muchos años de un cáncer linfático que terminó por facturar con su vida, en un día donde se recordó por un año más la muerte de un compañero de la rebeldía y el cambió. Gabo, pues ahora todo un ángel en su parnaso, escribe con letras doradas en nuestra mente lo que ha sido de la soledad de nuestra historia humana en este pedazo de tierra inconquistable que ahora se le llama Latinoamérica. Gabo que fue siempre aquel diplomático de nuestra realidad única y latinoamericana nos heredó por siempre aquellos libros que nos recordarán que vivió para contarnos lo que hemos sido y lo que somos, a pesar del transcurrir de los años, condenados a vivir siempre lo mismo en nuestro espiral de soledad.
Gabo no solo fue verbo y mano, sino que graficó con otros colores nuestra geografía sentimental por la cual el mundo recién pudo ver a una Latinoamérica lograda. Gabo fue la cuerda umbilical entre el mundo y Latinoamérica, entre aquel pueblo extraño y mágico de Cien años de soledad, determinado como Macondo, y nuestro propio espejo de rareza humana. La realidad no podía dejar de ser ficción, y aunque la historia de nuestros pueblos latinoamericanos descritos en aquellas crónicas jesuitas al comienzo de la invasión pareciese haber sido escrita con la mayor de las inspiraciones ficticias, Europa y el resto del mundo siempre vio a esta parte del mundo como los no contactados con el mundo moderno. Pues no solo escritores de la Talla de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuente o Juan Carlos Onetti, demostraron al mundo que Latinoamérica era culta y civilizada, que los gobiernos militares, payasos y caudillistas no era toda la imagen de una Latinoamérica que buscaba salir de su laberinto solitario, sino que sobre ella se forjaban pueblos cultos guiados por sus intelectuales que en el momento aparecieron comprometido por una sola causa: hacer de la ficción un lugar real para poder vivir mejor.
Latinoamérica y el mundo se redejureron al capricho de la ficción y fueron embotellados en un solo pueblo: Macondo, comuna de la más alta ficción representativa y lograda por Gabo, quizá una de sus más celebradas creaciones que hoy le llora su partida real aunque ficticia quizá para él. Macondo es el mundo, y el mundo es Gabo, como Dios que hizo del mundo un libro y en ese libro conjugándose una posibilidad de nueva vida. Pues Macondo ahora se quedó solo, y nosotros dentro de esta comedia sin poder entender nuestro destino, maldecido por cien años de soledad, sin poder descifrar el pergamino de nuestra existencia, en la hora que nosotros queremos que sea, en el mundo que Gabo había soñado para toda Latinoamérica y para cada latinoamericano, en nuestro soñado mundo Macondo.
Realmente el realimo magico te envolvio en este texto. Venimos solos y morimos solos, la soledad de la humanidad en el proceso de nuestrasd vidas. Muy gratificante esta lectura en domingo, vispera de mi cumpleano el cual me motiva a escribir.
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