“La literatura es fuego”, dijo en 1967 el joven Mario Vargas Llosa cuando recibió el Premio Rómulo Gallegos en Caracas, Venezuela, cuando ese país era referente cultural y tenía el más preciado premio para los nuestros. En el documental que presentó la noche de ayer en el Museo Amazónico de Iquitos, Nora de Izcue, sobre la vida y obra de uno de los poetas peruanos más completos se deja leer en el afiche: César Calvo, una vida apasionante con la palabra encendida de fuego y vida”. Que el fuego está presente en la poesía, no haya duda. Más aún en la de Calvo Soriano. Siempre el fuego. Siempre eso que arde entre los dedos, los pies, la mente de quien abraza una pasión. Salvo la pasión todo es ilusión, repito cada vez que me quiere acompañar por largo tiempo la desesperanza. Un hombre apasionado siempre vivirá para la eternidad. Hombre y mujer quiero decir. Porque ya sabemos que César decía que el primer hombre en la selva fue mujer.
Por estos días siento el fuego en la dermis y, también, la epidermis. En el cuerpo y en el alma. Ese contacto maravilloso con la obra de otros me ha devuelto a la fantasía cuando ya estaba por mucho tiempo en la línea imperceptible que la separa de la realidad. Sea en poesía o en arquitectura, fotografía o periodismo, si quieren pero siempre el fuego será pasión. Mientras la pasión esté impregnada en la acción humana habrá tiempo para el resto. Me pregunto y repregunto si la pasión tiene o debe ser individual. Y me invade una dualidad propia de la incertidumbre con que andamos en este mundo.
Escuchar al maestro de maestros hablar con orgullo y jovialidad sobre la obra de César Calvo Soriano es saber que Hildebrando Fuentes es más que un catedrático universitario. Es algo así como el guardián eterno de la poesía de César. Sentarse a conversar con Nora de Izcue sobre la personalidad de César es certificar que es más que una documentalista enamorada de lo que hace. Y, se sabrá, que es el más eterno y sincero de los enamoramientos.
Siempre habrá tiempo para la poesía. Claro, cómo no. Si la poesía es la vida misma. Ya sea con Vallejo, Benedetti, Neruda, Corcuera, Calvo, Varela, Vílchez, Reyes, Martos, Romualdo, Valcárcel, Moromisato, Eguren, Galeano. Con todos ellos y los demás. Mientras haya poesía habrá tiempo para jugar, amar y levantarse la vida como lo hacía César Viacheslav que, según refieren quienes han conversado con él tenía una personalidad avasalladora y, sin haber nacido entre ríos y árboles, se sentía selvático, amazónico pues. Y vivía como tal. Este columnista ha escuchado los relatos más fantásticos sobre los quehaceres de este poeta. Ya sea de los labios de Ceccarelli, ya de los de Ana Varela, Percy Vílchez y Carlos Reyes o, si prefieren, de Alberto Quintanilla o también de Nora de Izcue e Hildebrando Fuentes. Todos ellos, con matices que les impone el espacio y el tiempo, han reconocido que fue un poeta grande, en cuerpo y en verso, en alma y en estatura y por eso su amigo Reynaldo Naranjo ha dicho no con poca sabiduría: “Gigante amado como un niño, César, que no descanse en paz tu poesía”. Y, agrego, que nunca sea consumida ni siquiera por el fuego eterno de tus palabras y tu pasión. Llamen al cardiólogo, por favor.
LINDA NOTA SOBRE CESAR CALVO POETA OLVIDADO POR SUS AUTORIDADES RINDAMOS HOMENAJE QUE SU CUERPO VUELVA A IQUITOS , UNA CALLE LLEVE SU NOMBRE ES DECIRLE A CESAR CALVO GRACIAS POR TU POEMAS SALUDOS TITO
QUE LINDA NOTA SOBRE CESAR CALVO POETA OLVIDADO POR SU TIERRA TRAIGAMOS DE VUELTA SU CUERPO DE CESAR QUE DESCANSE EN PAZ EN SU TIERRA, PONGAMOS UNA CALLE SU NOMBRE ASI ES RENDIRLE HOMENAJE AL GRAN CESAR CALVO PONGO MI EXPERIENCIA YA QUE TRAGIMOS EL CUERPO DE ALOMIA ROBLES A HUANUCO AHORA ESTOY DE VUELTA EN EL PARAISO IQUITOS SALUDOS TITO
Estimado Tito, gracias por el comentario pero la Av. Calvo de Araujo que hay en Iquitos es en nombre de mi padre, que también se llamaba César y que era conocido como el «Pintor de la Selva»
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