Es curioso que el denunciante periodístico y judicial de las atrocidades contra los indígenas en la época del caucho sea un personaje tan desconocido como controversial. Sobre lo segundo puede ser entendible pero sobre lo primero es inadmisible. Pero podemos subsanar el error y omisión. ¿Cómo? Pues haciendo todo lo contrario a lo hecho hasta ahora. En términos globales promoviendo interés entre los estudiantes escolares y universitarios y específicos tratando de poner en agenda la participación de Benjamín Saldaña Roca en ese conflicto social.
Ya sabemos que el 9 de agosto de 1907 –dos años antes que lo hiciera el ingeniero norteamericano W. Hardenburg a través del periódico londinense “Truth en el que denunció la esclavitud a la que eran sometidos los indígenas a través del cepo y el látigo y que él presenció a su paso por El Putumayo- Saldaña Roca denunció periodísticamente a la empresa Arana Hermanos por la explotación de indígenas en las caucherías “El encanto” y “La chorrera”. Esas denuncias estaban basadas en testimonios de por lo menos 18 capataces que fueron trasladadas al Poder Judicial de entonces por el propio periodista.
De ambos –Saldaña y Hardenburg- habla Carlos Rey de Castro, conocido agente de Julio C. Arana que pertenecía al cuerpo diplomático. «Hardenburg solo dio a luz las acusaciones contra J.C. Arana y la The Peruvian Amazon Co.Ltda cuando llegó a la capital inglesa en 1909; siendo tales acusaciones, en su mayoría, la reproducción de los artículos de La Sanción y La Felpa, editados en Iquitos por el tristemente célebre libelista Saldaña Roca». Sin incidir que lo de Hardenburg fueron versiones difundidas por la experiencia directa al apreciar en 1907 todo ese sistema brutal. Mientras que lo de Saldaña era el testimonio de capataces que fueron recogidos por el periodista en un trabajo profesional y que quizás sea el mejor legado de ese tiempo. Es decir, difundir las versiones de quienes maltrataron a los nuestros.
Existe la versión que “La última vez que se le vio en esta ciudad, según Walt Hardenburg, que ya estaba en Iquitos, fue una tarde de febrero de 1909, cuando era llevado, a empujones, hacia el malecón. Tenía el rostro hinchado por los golpes recibidos de una gentuza, probablemente enviados por Pablo Zumaeta. Momentos antes «los forajidos» habían destruido su imprenta de la primera cuadra de la calle Morona. Era un tipo flaco, alto de estatura, canoso y moreno. En la orilla del Amazonas le esperaba una embarcación que le trasladaría a Yurimaguas; después de un tiempo muy corto viajó a Lima, donde trabajo por un corto periodo en el diario La Prensa. Fungió de portapliegos”.
Ovidio Lagos señala en el libro más completo que quizás se haya escrito sobre Arana que W. Herdenburg exigía siete mil libras esterlinas por la pérdida de su equipaje, de lo contrario publicaría en Londres lo que sabía de El Putumayo. De igual forma se señala que Benjamín Saldaña hacía peticiones al cauchero y como no le cumplieron publicó las denuncias. Ambos casos contribuyen a la polémica, si se quiere. Pero en cualquier situación lo lamentable es el silencio contemporáneo que de alguna forma se intenta cambiar con el conversatorio donde Enrique Rodríguez y Percy Vílchez, me imagino, expondrán a favor y en contra de los caucheros y periodistas la noche de hoy en la sala de Gobernadores del Museo Amazónico. Ahí estaremos.