LA GUERRA AVISADA
La guerra del agua, y no se trata de la mojaduría de carnaval, de esa balada que dice que agua que no bebas déjala correr o de otra tonada tonta, anda rondando otros pagos, otras comarcas. Es posible que en un tiempo no tan lejano, ese recurso desate una conflagración universal. No es una advertencia tremendista. Es el mundo que se viene si es que no se soluciona en el término de la distancia ese complicado asunto del líquido elemento, que no es la cerveza ni cualquier otro licor como podrían pensar los empinadores del codo. En estos taperibales, donde parece que hay agua hasta para ahogarse gratis, otra guerra amenaza con estallar.
Desde el Puinahua, desde Bretaña, desde otros lugares lejanos, de la provincia de Requena, donde está el lote 95 – 2, se viene una protesta contra la explotación petrolera de la empresa Gran Tierra Energy. Se trata de que las autoridades del lugar y los mismos pobladores están dispuestos a oponerse a las actividades de dicha empresa. Ellos y ellas andan en pie de guerra. Y no les falta razón debido a dolorosas experiencias en otros lugares, donde hasta ahora se sufre de los efectos de la temible explotación del llamado oro negro. En la cuenca del Pastaza, por ejemplo, donde algo así como 40 años demoraron las autoridades en hacer caso de los reclamos que venían de esa zona en riesgo.
¿Cuánto de petróleo crudo realmente se ha arrojado a los ríos amazónicos desde el estallido de Trompeteros? ¿Cuántos lagos o cochas se han secado gracias a la contaminación, a los derrames normales o provocados? ¿Cuántas vidas ha costado la explotación de ese recurso que en su momento parecía la panacea para entrar en las alamedas del desarrollo? Esas preguntas son las que surgen ahora que los reclamos están a la orden del día. Nadie puede estar en contra de la explotación y aprovechamiento de un recurso, salvo que tenga serios inconvenientes mentales. De lo que se trata es de cambiar algunos patrones de extracción para evitar el aumento de las víctimas.