¡Gora San Fermín!
Desde la pantalla del televisor, muy temprano, y con el pañuelo rojo en el cuello, me siento a ver los encierros de San Fermín durante una semana a las ocho de la mañana, estoy religiosamente al pie del cañón y recordando las memorables páginas de Ernest Hemingway por su paso por Pamplona. La previa al encierro empieza a las siete y veinte más o menos. Ya llevo varios años en solitario frente a la caja boba. Mi idea de alguna vez correr estos encierros han sido pulverizados ante la amenaza de S de una demanda de divorcio, su mayor temor son los daños colaterales del encierro y teme que pueda pasarme factura como son las personas lisiadas de por vida, hemiplejías entre otras lesiones que muchos mozos llevan marcados por este camino. Así que con mucho consuelo me siento frente a la tele. Pero esta vez tuve a un compañero al otro lado del charco y con siete horas de diferencia horaria, mi sobrino Miguel, él a esa hora sumergido en pergeñar planos e ideas para sus trabajos porque estudia arquitectura, encendía el televisor y hala intercambiar mensajes por el móvil. Así apostillábamos cada encierro que este año empezaron muy limpios, tranquilos y sin complicaciones, fueron los tres primeros, luego fueron embrollándose cuando dos mozos fueron corneados en diferente manera, uno de ellos tenía al toro encima de él, el corazón lo tenía en un puño [este mozo no era un improvisado de fin de semana, llevaba años en este oficio de desafío al riesgo]. Uno fue en la cuesta de Santo Domingo y otro por la calle Estafeta. Sin embargo, el mayor susto y drama fue el encierro cuando en la parte final para llegar a la plaza de toros de Pamplona hubo un tapón monumental, las personas unas sobre otras y sin poder levantarse, era como una barricada humana y finalmente veías a los toros encima de ellos, felizmente no causaron daños personales. La foto más espectacular es aquella que retrataba a un mozo mirando a un punto fijo y al lado la cabeza de un cabestro, que susto, nunca en su vida olvidará esa imagen. Y el último encierro tuvo una herida por asta de toro a una muchacha australiana, contaban que es la tercera mujer que sufre una cornada en lo que va el registro de estos encierros. Para algunos como mi hermano al que puede sumarse S, lanzan denuestos contra estos encierros, no entienden que es la lucha de las personas contra las bestias, de la naturaleza contra la ciudad. Las dos fuerzas en contrapunto más cuando tienes al toro detrás y tu desfilando con periódico en mano entre la multitud. Es una gran metáfora de ese tránsito de lo rural a la ciudad, por eso como cada año, ¡Gora San Fermín!