Cuentas que no salen

Estos días con el clima uno anda muy despistado. Nos juega malas pasadas. Te pierdes, en la calle conviven las camisetas con manga corta y chompas, sacos, bufandas. No sabes que ponerte. Los vagones del metro se convierten en unos hornos y al salir a tierra te coge ese aire fresco que te penetra hasta el alma. Hace unos días los amaneceres eran fríos, hoy poco a poco se hacen más calientes y el sol despierta más temprano. Hay que quitar la calefacción. El invierno/ primavera poco a poco afloja y da paso al verano, aunque los agoreros del clima no se ponen de acuerdo algunos [los más pesimistas] señalan un verano lluvioso y otros [más o menos optimistas] predicen un verano tórrido de cuarenta grados ¿son los shamanes de estos tiempos? Quiero creer en la ciencia y su valoración [ese rezago positivista de las universidades] les creo a pie juntillas aunque a veces me lleve decepciones. Una vez pronosticaron lluvia y cargué paraguas para el paseo y me miraban como un friqui, y el día de marras fue de pleno sol, que S me miraba con una sonrisa de ironía por mi credulidad a ojo cerrado en las personas que predicen el tiempo, quiero creer en la ciencia pero esta es esquiva, me evade. Pero los cambios no solamente son del clima también de uno mismo. Cambia o muda de piel como los reptiles. En estos meses sueles aprovechar para hacer un balance de lo que pasó es que el sol desde muy temprano, el gazpacho y sus tropezones de jamón serrano, los refrescos, los helados estimulan a este recuento existencial o paréntesis, en eso S me gana, suele hacer una pausa en el que logra abstraerse del mundo terrenal mientras yo ando agobiado, no logro cortar el rollo, soy un pringado. Mientras otros suman y restan, la aritmética que nos enseña la maestra vida yo ando con insomnio a cuestas y con las cuentas en rojo de los pendientes.

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