Dietario de un friqui [tres]
Cada persona con la que me topo por la calle o en el metro lleva una historia impregnada a su piel y suelo fisgonear en ellos o ellas. Suelo mirar su rostro sin que perciban que son mirados en plan espía de la guerra fría, algunos llevan argollas en la nariz, otros con traje, corbata y cabello engominado; una chica con el pelo muy corto y pantalones de tocuyo va a su aire escuchando su MP3. Es un batiburrillo etnográfico de tribus urbanas. Uno de ellos con el corte de pelo tipo skin y con una mirada de pocos amigos, achorada diría. Las observo hasta como miran un escaparate y uno de ellos se compra una bufanda como la que usaba Yasser Arafat, estética reivindicativa, recuerdo que S me trajo una de la franja de Gaza pero me da apuro lucirla, es mi profundo temor al ridículo. Unos adolescentes con el pelo de pincho que parece una escobilla remiran su móvil para enviar mensajes, el entorno para ellos o ellas parecen anuladas, están absortos en sus propias historias. En el metro mientras camino por los pasillos de una parada a otra me tropiezo con personas que nunca más volveré a verlas y es una babel de rostros que no puedo memorizar, escuchas idiomas inimaginables, de vestidos con toques étnicos como la de una mujer guapa africana que carga a un niño. Todos apurados y mirando la hora. Un grupo de personas que hablan inglés, otras en corrillo pronuncian francés y risas discretas, un muchacho espigado con una camiseta de Los Angeles Lakers [soy de los Celtics de Boston y ese equipo adolece de solera] que parece jugador de baloncesto habla con su colega un idioma africano que ignoro por más que pongo la oreja, es intraducible. Otro muchacho se queja por el móvil que no encuentra curro y lo dice casi gritando y todos nos enteramos de su desgracia, el paro es un oxido que destruye el ánimo. Es una estampa cotidiana de una ciudad de hoy y con friquis incluidos.