EL PELIGRO DE LAS BOTELLAS

En forma preocupante, envilecedora, las peligrosas botellas siguen seduciendo a los conductores de estas alcantarillas. Hace poco, la embriagante urbe de Iquitos, donde se bebe hasta en día de trabajo remunerado y donde se celebra hasta el día del pisco como si cosecháramos uva, ocupaba el primer lugar en accidentes de tránsito ocasionado por conductores con los tufos de los mil diablos, de miradas vidriosas y de tambaleantes pasos. Hoy las cosas no han cambiado y los conductores siguen en las mismas.

Es decir, las botellas parecen haber ganado la batalla nada campal. Los conductores siguen chupando y manejando, tomando y circulando, bebiendo y matando o matándose. Eso se deduce luego del operativo “Tolerancia Cero”, ejecutado por la Dirección de Transportes y Comunicaciones. Sorprende que tantas personas en esta ciudad manejen como en una taberna,  como si viviéramos en un lugar alcoholizado. Irremediablemente alcoholizado. Si ello es así,   estaríamos ante un hecho letal.

La ganancia de las botellas se convertiría en otra de las hazañas cívicas de ese calendario torcido de ser primeros en lo malo. Y últimos en lo bueno. Y penúltimos en nada. En eso teníamos que terminar con tanta fiesta, tanto feriado, tanta celebración. Algo hay que hacer para evitar la victoria de las heladas, las aguas, los licores, en un medio tan permisible con el seco y volteado. No se puede seguir con esa tibia y tímida recomendación de manejar con la cabeza libre de burbujas. Se tiene que ser más  radicales para impedir que las botellas sigan avanzando. Por ejemplo, se debería intervenir a esos colegios que hacen parrandas cada fin de semana. Por ejemplo, se debería cerrar los bares que venden licor a menores de edad. Por ejemplo, se debería adquirir equipos sensibles o modernos para que detecten a la distancia los borrachines en el volante. No hay que esperar operativos y batidas que se hacen de vez en cuando.