LA HORA DEL PASTAZA

“La danza del petrolero” es una canción de los Wemblers que no cabe ya en ninguna rocola. Nunca existió el hombre rey del oro negro ni cosa que se le parezca. Tampoco ese recurso natural fue la panacea para los males boscosos o bosquesinos. Nada confirmó el júbilo y el vacilón de esos años. Lo que más existió,  y existe, es la víctima de la explotación de ese filón subterráneo. No hablamos todavía sobre la arbitraria lotización del territorio boscoso. Lo haremos en otro momento. Mientras esa cumbia hacía furor en los locales de baile, hombres y mujeres comenzaban a padecer las consecuencias de los abusos de empresas que no respetaban la vida humana.

“La danza del petrolero” rugía cada fin de semana, pero los habitantes de la cuenca del lejano río Pastaza conocían en carne viva lo que era sacar los barriles de dentro de la tierra. Desde hace cuarenta años han padecido toda clase de agravios. Desde hace cuatro décadas han dejado sentir su protesta. Han venido cada cierto tiempo a la ciudad en busca de alguien que les escuche. Durante años las autoridades actuaron como si ellos y ellas no existieran. Era más cómodo mirar para otro lado, dejar que las cosas sigan su curso. Total se trataba de esos perros del hortelano que se oponían al progreso.

“La danza del petrolero” parece una broma de mal gusto ante las serias denuncias de la gente del Pastaza. Parecía que las protestas iban a pasar de largo, a quedar en el limbo de la sordera oficial. Pero por fortuna el actual gobierno ha declarado en emergencia a la cuenca del Pastaza. Lo cual es un buen paso. Pero no es suficiente porque se trata ahora de actuar con los elementos legales para que la explotación petrolera en esa zona no siga cobrando más víctimas. Esperamos que esa medida sea en verdad el inicio de la hora de la gente del Pastaza.