AUSENCIA DE CONTENIDO
En el inicio de las clases escolares de este año del 2013, en ese estreno de las bandadas de palomas que entran o regresan al vergel educativo, marzo parece una pascua propicia para el panetón y la chocolatada. Es decir, para el regalo pertinente, para la donación puntual. No todavía se acaba este mes inicial y ya hay una avanzada de mochilas, bolsas, carteras, zapatos, cuadernos, lápices, tizas y otros objetos propicios para la tarea educativa. Todo parece una feria o una tómbola donde aparentemente gana el sector que más tarde o más temprano tomará las riendas de la ciudad y de la región.
En principio, en el conjunto del hecho educativo, no está nada mal esa ayuda a la menguada economía de tantos hogares, a los nada altos ingresos de muchos padres de familia. Pero en cualquier parte, también en el país de los burros de remate, la educación es más que la vestimenta asentada o el material nuevo. Es contenido. Y nuestras respetables autoridades se quedaron en el generoso regalo, en la necesaria donación. Desde hace tiempo, desde hace décadas, se considera que la educación puede llegar lejos de esa manera.
La Alianza para el Progreso no es el nombre de un equipo de fútbol ni de un partido político. En la década del sesenta del siglo pasado, ayer nomás, era un programa de alimentación y donación de útiles. La ayuda era eficaz y llegaba hasta el medio rural. Pero comidos y todo no sirvió de mucho, pues nadie puede negar que la educación nuestra está hasta las patas. No, no se trata de suprimir el espíritu regalón. Es después de todo una ayuda importante. Pero se tiene que buscar la manera de mejorar el contenido de esa educación. Ese contenido tiene necesariamente que tener como base la cultura amazónica. Y no la repetición lorística -de loro viejo que no aprende a hablar- de un cronograma diseñado en frías y cerradas oficinas lejanas.