Los aulladores tramposos
Los risibles parásitos del desaparecido Comandel, esa confusión de oportunistas ineptos, de delirantes con ansias locas de figuración, de cancerberos sin buenos colmillos, se hacen los locos ahora. Gritan al ladrón y no corren a esconderse y buscan reciclarse a toda costa. Aullando, arrojando sapos y culebras, dicen representar a un colectivo de la gran siete que pretende luchar contra la corrupción. En vez de hacerse un letal hara kiri, una sangrante autopsia, para detectar sus equívocos, enmendar rumbos y suprimir de sus vidas agitadas al pistolero de las firmas nulas, insisten en lo mismo. En hacer el ridículo. Gracias a una campaña trepidante, insultante y casi siempre carente de pruebas contra el presidente del Gobierno Regional, Iván Vásquez Valera.
Los que vieron en sus caras la pistola del señor Macedo en realidad pertenecen a la lacra de los recicladores. Esta modalidad de escape y monra política es más perniciosa que la figura reciente del tránsfuga. El que cambia de casaquilla da la cara, se expone a la diatriba y no se oculta. El reciclante es más perverso, más pillo, pues niega su antigua filiación, sale por la tangente y cotangente y, todavía, se autobombea con eso de la limpieza moral.
Los comandelistas reciclados en el propio relleno sanitario convocan para hoy una manifestación contra la corrupción. No de ellos mismos, porque sino algunos se irían con todos sus chivas y sus gritos a la cana. Es tan penosa la degradación política actual que hasta la oposición no sirve para nada. Le hemos dicho aquí: todo poder requiere de un contrapeso, de una presión como alternativa. Los comandelistas maquillados, los aulladores traferos, donde rumbean perros, pericos, pericotes y gatos, no aciertan una. Son una trampa, una pérdida de tiempo, una tragedia local, porque no presentan ninguna alternativa para acabar con la corrupción. O sea con ellos mismos.