El Estado según Humala
Moisés Panduro Coral
Estrambótica la manera de definir el Estado, la del señor Humala. Para este soldadesco ciudadano, el Estado se define según la anatomía de quien la jefatura: Ha dicho que el Estado es panzón porque quien lo condujo hasta hace poco es un panzón. Tan infeliz y poco intelectual disquisición presidencial fue no solo difundida ampliamente por los medios sino muy celebrada por los enemigos jurados del ex presidente Alan García, sin darse cuenta, tal vez, que siguiendo ese rudimentario razonamiento, el Estado de Jamaica sería negro porque quien lo conduce es una mujer de color, Portia Simpson. O quien sabe si el de Estados Unidos en la segunda guerra mundial habría sido un Estado minusválido porque quien lo conducía era un minusválido como lo fue el presidente Roosevelt. Y aplicando la cerebral tesis humalista podríamos decir que el Estado peruano era chiquitito porque lo gobernaba Toledo o que el Estado peruano actual es un Estado moroco porque quien lo conduce es un respetable señor que usa corte de moroco.
Algunos creen que lo que ha intentado hacer el señor Humala es una analogía entre la anatomía de quien hasta ahora solo le ha lanzado rosas y el tamaño y eficacia del Estado. Pero, nada más disparatado. Al contrario, con Alan García el Estado peruano se redimensionó notablemente. En efecto, cuando el ex gobernante asumió el mando, el Perú tenía, por ejemplo, más de 60 programas sociales, todos ellos trabajando dispersos sin un enlace ni un objetivo común y con una clientela de funcionarios de elevadísimos sueldos que fue la herencia toledista. Alan redujo esos 60 programas a solo 23 programas que han resultado mil veces más eficientes que los más de 60 con los que se contaba. Allí está el resultado que será por muchos años un sopapo en la testa calenturienta de sus enemigos gratuitos: el Perú redujo su pobreza de 49 puntos el 2005 a 29 puntos el 2011, algo sin precedentes reconocido unánimemente por la comunidad internacional, pero mezquina y sórdidamente negado aquí en el Perú. Y todo esto se alcanzó sin necesidad de hacer tanto aspaviento con la inclusión social.
Antes de Alan, -otro ejemplo-, las regiones tenían que acudir al Consejo de Ministros y al Consejo Nacional de Descentralización para nombrar a sus directores regionales. Cuando Alan llegó por segunda vez al gobierno, dispuso que cada presidente regional designara directamente a sus directores regionales. Se puede decir que ése fue un error porque contribuyó a crear un conjunto de reyezuelos en las regiones, pero nadie puede poner en duda que la medida tuvo el palmario y resaltante propósito de lograr un Estado más descentralizado y, por ende, más ágil y más cerca de su gente. Que haya funcionado en casi todas las regiones y aquí no, esa es otra cosa, pues la efectividad de las designaciones depende de quién gobierna la región y no de quién gobierna la nación.
Un ejemplo más. Las dietas de los regidores y consejeros regionales antes de Alan se habían convertido en un pingue negocio y en un abierto abuso de la franquicia autonómica que en materia presupuestal reconoce la Constitución a los gobiernos regionales y locales. Recuerdo que los concejos de regidores de municipalidades rurales y pobres que no generaban ingresos propios que podrían ser considerados importantes, aprobaban sueldos al máximo tope de lo que les permitía la ley, con la finalidad de que en esa misma medida las dietas a percibir por ellos se incrementaran. Así, teníamos regidores que por ir a sentarse dos veces al mes en sesiones de quince minutos, ganaban por encima de los 7 mil soles, siete veces más de lo que ganaba un maestro. Eso se acabó cuando Alan dispuso mediante decreto supremo que las dietas sean fijadas según la población de cada municipio, de cada región. Y medidas como ésta, contribuyeron a reducir el gasto corriente, incrementar el gasto de inversión y atender mejor el servicio de la deuda. Es decir, un Estado más responsable.
Y para no seguir abundando, el último ejemplo de los muchos con los que puedo argumentar. Antes de Alan, las regiones y las municipalidades, financiaban sus obras y proyectos con recursos de canon o, en el mejor de los casos, con ingresos propios. La revolución en la transferencia de los recursos empezó con Alan, cuando los ministerios se convirtieron en los sustanciales financiadores y proveedores de recursos del tesoro público para los proyectos y obras en cada una de las miles de localidades. Esa política de financiamiento coadyuvó significativamente a lograr un Estado más eficaz que el recibido en 2006 de manos del “sano y sagrado” que durante cinco años y rodeado de sus amigotes se trasladaba en el avión presidencial a chupar wisky azul en el balneario de Punta Sal todos los fines de semana.
Pienso que el señor Humala debería preocuparse más bien de que en realidad es él quien está haciendo retroceder al Estado peruano a ser el Estado panzón y grandazo que dejó el chiquito Toledo. En un Estado panzón y grandazo, un Ministerio como el de la Mujer y Desarrollo Social se parte en dos para crear dos nuevos ministerios con estratosféricos sueldos de funcionarios bendecidos. En un Estado panzón y grandazo, el avión presidencial puede ser utilizado para llevar a la esposa del presidente a un viaje de compras en Brasil o, cuando no, para trasladar a la familia presidencial a una visita vacacional en la Antártida, y de pasito, retirar una placa puesta hace 25 años en recuerdo del momento en que el tan caviarmente detestado Alan hizo flamear la bandera peruana en ese remoto lugar del planeta.
En democracia son los datos,las cifras,las ideas y los resultados con los que se discute y no las patrañas,las envestidas,el insulto,la calumnia y las bajas pasiones en lo que ha caído el presidente Humala.El señor Humala se comporto como un soldado de tropa al insultar al señor Garcia y no de un presidente que representa una nación.Felicitaciones estimado Moisés,es un articulo certero y demoledor.
estoy de acuerdo contigo manuco, de que intelectualidad abla este pata si es un pendenciero
Cada cajudesa que hablas «intelectual», que seguro ni tu te entiendes.
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