El duelo inútil
La palabra panzón no nos parece una mala palabra, una grosería, una ofensa, un insulto. Es solo la constatación de un desajuste corporal, de un exceso de grasa, de la visible presencia de una protuberancia en la zona ventral. Algo que podemos padecer todos y todas, según se coma o no se coma, según se escoja o no se escoja los alimentos chatarreros, según se haga o no se haga ejercicios físicos como correr arrastrando una llanta o como escalar paredes a altas horas de la noche. De todas maneras, la panzonería, la gordura, la inflación en medio cuerpo, es una opción personal, una elección pensada y aceptada, salvo casos patológicos. Por ello nos sorprende el pequeño pugilato que se armó ayer por la palabreja dicha por el mandatario Ollanta Humala.
El agraviado fue supuestamente al señor Alan García Pérez. La panzonería del presidente peruano, un ciudadano que corre regularmente, nos parece fuera de foco, lejos del blanco, pues el amo y señor del aprismo anda en dieta y. desde luego, la grasa no es moco de pavo y no sale así nomás. Hay que esperar los resultados del esfuerzo ajeno. Así que por ahí no fue la cosa. El problema es que esa palabra desató el cotarro político. Dimes y diretes, escaramuzas verbales, como si nuestra clase política no tuviera temas importantes en su agenda.
La panzonería es universal y existe en cualquier época y en cualquier lugar, aún entre vegetarianos bambas, especie nada desdeñable en número y apetito. Los latinoamericanos deberíamos estar orgullosos de haber albergado en estas tierras espléndidas al varón más gordo del mundo, de este no del otro, un mexicano de buen diente y mejor gaznate que comía como chino en quiebra. Ya murió, y los políticos todavía andan en duelos inútiles, con sus egos lesionados por cualquier hecho o acto que les ofende. La ofensa está en la pérdida de tiempo en nada, en un duelo inútil.