Ejemplaridad pública

Por Miguel Donayre Pinedo

En estos tiempos de austeridad la ejemplaridad pública debió gestarse en el Congreso de la República, pero fue todo lo contrario. Ganó la insensatez. Se comportaron como personas muy insensibles al clamor popular. Mientras varios colectivos de profesionales solicitaban aumentos de sus remuneraciones, el Congreso hizo caso omiso y contrariando el sentido común se aumentó los gastos de representación de una manera exorbitante ¿? ¿Piensan ellos que ocupar una curul parlamentaria es tener un poder omnímodo? Era de locos. Quién accede a un cargo público por elección debe saber desde antes que tiene una doble misión. Primero, no es solo cumplir la ley con celo y rigor sino también, y es lo segundo más importante de su misión, de predicar con el ejemplo, más si las leyes promulgadas nacen de su ejercicio de servicio al país, eso presuponemos. Se les ha elegido no sólo por sus virtudes personales y cívicas [si la tienen, espero que sí] si no también para que sean ejemplo de cara a la ciudadanía. La actitud de los legisladores estuvo lejos de ser paradigmática, por el contrario, se comportaron como los dueños de una hacienda o un fundo, así no se gobierna. Lo más penoso fue ver a un amazónico como presidente de ese poder del Estado atrapado entre dos fuegos cruzados y sin mucho que decir, grave y trágico error de una autoridad [no es sólo salir en las fotografías con otras autoridades como facilitador de trámites burocráticos]. Alguien decía refiriéndose a la labor legislativa, “menos leyes y más buenos ejemplos”, más en un país que viene de posconflicto armado interno y de grandes casos de corrupción que envilecieron la vida social. Deberían ser celadores del bien público y del gasto del erario nacional. En este caso, los congresistas peruanos muy ufanos y sordos actuaron autoritariamente, fortaleciendo prácticas prepotentes. “Me importa un comino lo que diga la gente, el aumento se hace”, parecieron decir. Felizmente dieron marcha atrás por la presión popular, el cotilleo es que lo hicieron a regañadientes y mal encarados. A la ciudadanía le queda estar como Diógenes con las antorchas encendidas y los ojos bien abiertos.

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1 COMENTARIO

  1. Extraordinario articulo Miguel, tus novelas bien, tus crónicas de viaje también, pero, este articulo sobre la insensibilidad de los parlas loretanos esta recontrabien.

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