Biografía Zoológica (II)
En una ciudad donde hasta los políticos para denominar a sus miembros o a sus mismos partidos prefieren nombres de animales bravos, ladrantes, felínicos, maulladores, cacareantes u de otra filiación sonora, el parte policial de la comisaría era bastante insólito el 15 de noviembre de 1926. En la lista de detenidos, además de los malandrines de costumbre, de los liosos pasados de copas, de los amigos de lo ajeno, figuraban dos animales.
En sus redadas o patrullajes o batidas los heroicos uniformados habían encontrado en las calles de la urbe a una terca mula de color pardo oscuro y a un brioso caballo de paso o de carrera. En flagrante delito ambos especímenes habían violado las normas de conducta impuestas para ellos. En ese entonces, no estaba permitido que los animales andaran a sus anchas, salieran de sus corrales, galpones, pastos o chiqueros. En caso de romper las reglas de juego, eran detenidos en el acto y conducidos a buen recaudo, de donde eran sacados por sus dueños después de escuchar requintadas por sus descuidos.
En vísperas de las aguerridas celebraciones de las patrióticas fiestas, el 14 de julio de 1934, la Plaza de Armas perdió su encanto de paseo o de conversación, de sitio de cita amorosa, de lugar de estrado y de desfile militar, al ser asaltada por 3 vacas intrépidas. Allí comenzó la tortura de encontrar a esos animales en tantas calles. Entonces nadie podía transitar libremente por la Arica, Morona, Brasil, Palma, porque de improviso se encontraba con alguna vaca suelta.
La costumbre del paseo de animales en las calles de Iquitos no se pudo combatir con simples detenciones y lisuras. Era una avalancha que de pronto aparecía causando alborotos, inconvenientes, desastres. Las protestas iban y venían, las maldiciones no escaseaban. Pero nadie hacía nada contra los infractores a las normas vigentes. Las autoridades se hacían los locos, se esmeraban en dar explicaciones disparatadas y retrasaban las medidas pertinentes.
Después de tantos desmanes, incomodidades y malestares, causados por los animales sueltos y campantes, el 6 de diciembre de 1954, hace más de medio siglo, una gestión edil emitió una ordenanza letal donde se concedía un plazo perentorio a todos los dueños de animales para que salieran de la ciudad. La multa no tardó en aparecer como algo contundente y capaz de convencer a los remolones, los que creían que era posible pasar piola.
En la ciudad de hoy los animales no circulan por las calles, salvo las mascotas, los perros vagos, los gatos errantes. Pero la lección de los animales sueltos queda para siempre. Nada se soluciona de inmediato en Iquitos. Un inconveniente puede jorobar décadas, siglos, eternidades. El ruido, por ejemplo, tiene tanto tiempo pero todavía falta el bando, la ordenanza, la ley regional, la inevitable multa, que acabe con sus desmanes.
Y nuestro escribidor a cual de las categorías de animales de esta fauna pertenece?
Eso es lo que la mayoria de personas desea saber. Porque con tantas sandeces en tono enrevesado y nada claro nos «ilustra» sobre problemas del pasado haciendo mismo Cantinflas, cada cantinflada escrita. Y eso que esta Categoría es de Actualidad.
Buen chiste
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