Ganadores entre las crecientes
Entre los ríos crecidos, los desbordes de tantas aguas, los damnificados de uno y otro sexo, las carpas tendidas o extendidas y tantas otras cosas lamentables, lo que más crece en los meses de inundación son las ganancias de los que hacen sus negocios cada año con ese fenómeno natural. He ahí la razón por la cual nunca se hace lo que se debe hacer. La creciente existe desde que el primer río apareció sobre la faz de la tierra y nuestros antepasados sabían cómo enfrentar a ese hecho. Lo primero que hacían era elegir las tierras altas para formar sus aldeas o pueblos. El resto venía por añadidura.
La sabiduría antigua se ha perdido y hoy el patrón de asentamiento olvida que la inundación es anual. Como si estuviera escrito en el libro de la naturaleza. Los andinos, por ejemplo, perdían soga y cabra cuando aparecían las crecientes. Fundos enteros fueron tragados por las aguas. Así seguimos. Pero hay algo más. Cada año se prefiere gastar en materiales frágiles, perecibles, desdeñables y no hacer un verdadero plan para que la creciente pase piola o hasta se convierta en una ganancia, en un negocio local. Pero nada de ello. Tanto dinero se arroja a las aguas y no se busca tomar al toro por las astas.
La creciente de este año ya está aquí, a la vuelta de la esquina. Las aguas en este 2013 vienen con todo, con abuela y suegra, inclusive. Y encuentran a las autoridades fuera de juego. Recién comienzan a reunirse, a buscar datos, a formar planes, de declarar esto y lo otro. Pero no se plantean que la millonada que van a gastar podría ser utilizada creativamente para convertir una problema en una solución. Para que las aguas sean domadas, controladas, y no perjudiquen a los que menos tienen.